Existen razones para creer que la inflexión de nuestra voz es importante para el perro. Los perros y humanos compartimos la interpretación de los sonidos agudos y graves.
Los sonidos agudos se asocian a la excitación, la inmadurez o el miedo, mientras que los sonidos graves se relacionan con la autoridad, la amenaza o la agresión.
Normalmente se observa la dificultad de la gente de cambiar el tono de voz cuando es necesario, sobre todo cuando quieren frenar al perro: hay que practicar el NO o el QUIETO en voz baja, y elevar el tono para indicar al perro que venga o felicitarle.
Las voces de las mujeres tienden a ser más agudas, por lo que deberían practicar el tono de voz bajo y sereno para refrenar al perro. Mientras que los hombres tendemos a mantener la voz grave y expresar energía, por lo que debemos practicar un tono de voz más agudo para elogiar o animar al perro.
Además de que los sonidos pueden ser relativamente agudos o graves, también pueden ascender o descender, es lo que se denomina modulación del tono de voz:
Si queremos excitar a un perro usaremos palabras cortas y repetidas incrementando el tono.
Si queremos frenar a un perro en movimiento usaremos sonidos con gran variación del tono, subiendo y bajando como una montaña rusa, de esta forma seremos más efectivos para atraer la atención del perro.
En resumen:
- Utilizar notas cortas y repetidas para estimular al perro como palmas o palabras cortas y repetidas (¡VA! ¡VA!), usarlas para atraer al perro o que vaya más deprisa.
- Utilizar un sonido sordo y continuo prolongado, como SSH..., para tranquilizar o desacelerar al perro.
- Usar una nota corta y aguda para conseguir que un perro en movimiento se detenga y preste atención, como por ejemplo decirle ¡NO!, además de presentarle una motivación alternativa.
Nuestra voz expresa nuestras emociones y si aprendemos a usarla correctamente, controlaremos las emociones del perro y se puede convertir en una herramienta muy poderosa.