Origen
La historia del ovejero magallánico data de fines del siglo XIX, cuando llegaron a la Patagonia chilena grupos de personas vinculadas al manejo de ovejas que necesitaban de la ayuda y apoyo de perros especialistas. Con el transcurrir de los años, esos perros importados, los cuales probablemente no eran de un mismo tipo, fueron cruzados con un criterio netamente utilitario, es decir se seleccionaron ejemplares capaces de desarrollar labores de pastoreo, resistentes a las rigurosas condiciones climáticas de la Patagonia.
Cabe la posibilidad de que, dentro de los perros que aportaron su herencia genética para dar origen al ovejero magallánico, además de los perros pastores, estuviese el perro yagán o perro fueguino —que desciende muy probablemente del aguará guazú, una especie de zorro sudamericano—, ancestral raza canina que existió antes de la colonización y que acompañaba a los selknam y yaganes; se extinguió a comienzos del siglo XX.
Características
Un instinto innato para el pastoreo de ovejas, inteligencia, carácter sumiso y fiel, y por sobre todo una resistencia a toda prueba ante el frío extremo, la nieve y las grandes distancias a recorrer, son parte de las particularidades del pastor ovejero magallánico.
Entre otras cosas, es uno de los pocos perros pastores del mundo capaz de seguirle el ritmo a arrieros a caballo, por más de 30 km diarios, y cuidando piños de mil ovejas solo entre cinco compañeros. En medio de la tundra austral, acostumbra a comer cada tres días y casi no bebe agua cuando trabaja, para jamás despegarse del rebaño, lo que no ocurre con otras razas introducidas en los últimos años, como el border collie escocés o el kelpie australiano.
El ovejero magallánico ha sido en los últimos 100 años la principal herramienta de trabajo para los ganaderos de la Patagonia, inmortalizado en el Monumento al Ovejero de Punta Arenas.
De estatura mediana, de unos 50 centímetros de alzada, pelo largo, hocico cuadrado, y orejas en punta, tiene un grueso pelaje capaz de repeler la nieve. Aunque sus orígenes se remontan a perros de pastoreo europeos que llegaron con los primeros rebaños a la zona, fue su poder de adaptación a un entorno extremo lo que generó un fenotipo nuevo que para el Kennel Club representa un patrimonio nacional. El peligro de que la genética de esta raza criolla se pierda está latente, por la cruza sin control.
Para certificarla, expertos los censan para registrar su linaje y fenotipo en base al ADN y otras mediciones, y así presentar el “estándar” de la raza, que es la descripción de sus rasgos físicos, carácter y funcionalidad.
De ser reconocida, esta sería la segunda raza certificada a nivel nacional. El terrier chileno ya posee ese estatus y espera la certificación internacional.
Su peso varía entre 25 a 30 kilos