El motivo es que la leche artificial para bebés tiene un alto contenido en galactosa (un componente de la lactosa o azúcar de la leche), que algunos animales tienen dificultad para procesar.
Esta dificultad para procesar la galactosa tiene un origen genético: el cuerpo es incapaz de sintetizar las enzimas necesarias para metabolizarla, con lo que se produce una alta concentración de sus derivados en la sangre llamada galactosemia.
Estas sustancias pueden dañar el hígado, el cerebro, los riñones y, en el caso que nos ocupa, el cristalino, que es la lente natural del interior del ojo que nos ayuda a ver mejor.
Por este motivo, algunos cachorros de mamífero alimentados con leche artificial preparada para humanos pueden desarrollar cataratas a las pocas semanas.
Se ha documentado esta condición en animales de especies tan dispares como los canguros o los tigres de Bengala, además de nuestras mascotas más habituales, como pueden ser perros y gatos.