En resumen, los gatos callejeros aunque pueden implicar algunos inconvenientes, forman parte de nuestro entorno y aportan ventajas a nuestra sociedad. La clave de una buena convivencia entre las personas y los gatos ferales consiste en una gestión adecuada de las colonias, que permitan su existencia, con la mayor calidad posible de vida y sin provocar problemas en el entorno.
Los gatos callejeros, técnicamente llamados gatos "ferales", son aquellos que viven en libertad, que están acostumbrados a ese estilo de vida, y que, por ello, difícilmente podrían vivir felices siendo animales de compañía encerrados en un espacio controlado totalmente por los seres humanos.
Otro caso es el de los gatos domésticos, que sí que están adaptados a vivir como animales de compañía y a ser controlados por una persona, siempre y cuando sus necesidades de bienestar estén cubiertas.
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De hecho, en un refugio de animales abandonados no se suelen encontrar gatos ferales, a menos que estén enfermos y necesiten de cuidados especiales. En general, en un refugio o centro de acogida se encuentran gatos que están acostumbrados a ser animales de compañía y que han sido abandonados por sus propietarios. Estas características hacen que tengan muchas dificultades para sobrevivir en plena libertad.
Por otro lado, se puede pensar que la vida de un gato callejero es mucho más plena que la del gato de un hogar. Sin embargo, hay que tener en cuenta que los gatos ferales suelen vivir con mayor precariedad que los puramente domésticos, ya que se encuentran habitualmente sin protección ante enfermedades, inclemencias del tiempo o escasez de alimentos. En consecuencia, es difícil que un gato feral llegue a superar los 10 años de edad, mientras que un gato bajo los cuidados de un propietario responsable fácilmente puede cumplir 15 años, o incluso llegar a los 20.
Un punto interesante de la vida del gato callejero es que suelen estructurarse en "colonias", esto significa que muchos de ellos viven en grupo y ubicados en un territorio muy concreto, donde disponen de sus espacios para resguardarse y de fuentes de alimentación a su alcance. Es por ello que muchas entidades de protección animal se dedican a la gestión de estas colonias de gatos ferales, ofreciéndoles alimento y colocando casetas que les sirvan de refugio para darles una mejor calidad de vida. Además, para evitar que las colonias de gatos se conviertan en un problema de salud pública y de convivencia con las personas de la comunidad, estas entidades, como Progat, Fundación Silvestre o Plataforma Gatera, se dedican a esterilizarlos (evitando así la reproducción descontrolada), y a hacerles seguimiento sanitario.
Ahora bien, es cierto que si las colonias de gatos no se supervisan pueden llegar a suponer un problema en la comunidad, ya que los gatos se reproducen de forma masiva y la población podría crecer indefinidamente. Y ese crecimiento podría llegar a provocar problemas de salud pública e incluso ecológicos, porque podrían dañar a poblaciones de otras especies silvestres, sobre todo de aves.
Por otro lado, hay que tener también en cuenta que la existencia de gatos callejeros, de hecho, ofrece beneficios a la comunidad, ya que evita que se propaguen otros animales en nuestro entorno como pueden ser los ratones o ratas.
En concreto, este año, la ciudad de New York decidió emprender una campaña en favor de los gatos ferales, ya que con la política anterior en esta ciudad de eliminación de estos animales de las calles sólo se logró que la ciudad se plagara de ratas. Por eso, ahora quieren que los gatos callejeros vuelvan a estar en la ciudad, supervisados por entidades que gestionen las colonias, y así poder controlar la plaga de ratas de una forma natural.
¿Qué debemos hacer si encontramos un gato en la calle?
Primero, hay que evitar el impulso inicial de llevárnoslo a casa, puesto que podríamos estar alejando a un animal del entorno en el que está adaptado y al que pertenece. Pero también podría tratarse de un gato abandonado por su propietario que realmente necesite de cuidados humanos. Sólo si detectamos que se encuentra en mal estado sanitario podemos plantearnos rescatarlo para evitar que empeore. De todas formas, ante cualquier duda, debemos contactar siempre con el Ayuntamiento que corresponda, puesto que es competencia municipal la gestión de los gatos encontrados en la calle. Si no, también podemos contactar con las entidades de protección animal de la zona, que conocen los mecanismos de actuación y que, sobretodo, saben identificar cuándo se trata de un gato feral o de un gato de compañía, necesitando éste último ser rescatado, ya que será difícil que sobreviva en libertad.
Tampoco debemos alimentar sin control a una colonia de gatos ferales, puesto que podríamos causar problemas de higiene en la zona y estar ofreciendo recursos para que otros animales se acerquen. Si identificamos una zona donde existe una colonia, nuevamente, la recomendación es acudir a las autoridades locales o a entidades de protección animal, que aplicarán las estrategias que más convengan para gestionar la misma.
Por último, también hay que tener presente los casos de envenenamiento y maltrato de los gatos ferales que ocurren porque, a menudo, algunos vecinos de la zona no están de acuerdo con la presencia de estos animales.
En primer lugar, es importante que la comunidad reconozca los beneficios que aporta la presencia de gatos callejeros, en cuanto a control de plagas. En segundo lugar, si detectamos que existe este peligro para los gatos, las entidades de protección animal de la zona suelen conocer los mecanismos administrativos y legales para actuar en estos casos. Además, en muchas comunidades autónomas este tipo de acciones contra los gatos ferales se consideran actos de crueldad animal y se pueden denunciar como tales.
En resumen, los gatos callejeros aunque pueden implicar algunos inconvenientes, forman parte de nuestro entorno y aportan ventajas a nuestra sociedad. La clave de una buena convivencia entre las personas y los gatos ferales consiste en una gestión adecuada de las colonias, que permitan su existencia, con la mayor calidad posible de vida y sin provocar problemas en el entorno.