Cuenta la leyenda que un día ventoso, un indio de la llanura, aburrido por no poder salir a cazar, lanzó una flecha contra el viento.
Al ver la osadía del indio, el viento trató de detener la flecha, pero esta parecía decidida y nada detendría su vuelo limpio y directo al corazón del bosque.
-Viento, ¿por qué deseas detenerme, no ves que soy libre?
-Eres más veloz que yo y eso no puedo permitirlo, soy EL VIENTO!!!
-Pronto mi vuelo se detendrá en el corazón de algún árbol y dejaré mi existencia para siempre clavada entre sus anillos. Déjame seguir mi destino. – Sollozó resignada la flecha.
El viento sintió compasión. Entonces cambió de dirección y llevó a la flecha más alto y más lejos. Se hicieron amigos y juntos cruzaron el bosque, mares, montañas, y observaron cómo los hombres vivían sus vidas monótonas y absurdas, siguiendo las reglas que él mismo se impuso. Volaron entre los patos, e iniciaron en el vuelo a los pichones de águila en una cumbre de los Andes. Así, soplando entre las plumas de los otros seres que vivían en el viento, la flecha se enamoró de él y nunca se separaron.
Una noche, mientras el viento soplaba sobre una danza aborigen en la llanura, se confesaron su amor. El viento sopló como nunca y la flecha se detuvo flotando en las nubes, y se amaron….
De este amor nació un hijo, delgado como el cuerpo de la flecha, veloz como el viento, ojos enormes que surcaban el horizonte trazando nuevos rumbos, salvaje y dócil, decidido y sumiso.
-Lo llamaremos GALGO, susurró el viento…
-Solo pudimos darle tu velocidad y mi libertad, no le dimos carácter, no será feroz, no podrá defenderse!!!!! - Dijo la flecha preocupada.
-Será tan veloz que nadie podrá cazarlo, nadie podrá esclavizarlo. Confiemos en que la naturaleza del hombre será compasiva con esta criatura, pues es única en sus dones y carácter. Tendrá hijos y serán enviados a distintos lugares de la tierra, desparramados como yo llevo las semillas de las flores por todo el campo y el bosque.
Será libre, y llevará el amor a cada rincón de esta tierra. Lo conocerán reyes, faraones, su belleza será envidiada por los dioses, su raza cruzará mares y océanos, vivirá en las montañas y llanuras, vivirá en los hogares y quien los conozca serán condenados a desear igualar el amor que hay en sus ojos.
Sí, eso es, se llamará GALGO.
Publicado en Mi Amigo Galgo