Una víctima de malos tratos relata su día a día con Lúa, la pastor alemán que la protegía: no es su arma, es su defensa
Lúa fue el primer perro del proyecto. Antes de estar con Noah también ayudó a otras mujeres que, tras rehacer su vida, devolvieron al can al centro para que ayudara a otras víctimas. «Es un proceso, pero te cambia la vida. Salía a la calle totalmente segura y el cariño hacia el perro, aunque parezca una tontería, te ayuda a acercarte de nuevo a la gente», asegura Noah. Al igual que ella, decenas de mujeres han optado por participar en la iniciativa. Pero «el camino es muy largo», como sostiene Fernando. Y es que, aunque cuentan con el apoyo de instituciones estatales –Argentina sopesa acoger el proyecto Escan, que será presentado en enero en la Casa Rosada–, la ayuda brindada por la Administración es insuficiente al limitar el alcance del programa. Porque en lo que respecta a su efectividad, las críticas no tienen cabida.
Noah pasó dos años con Lúa. Una vez murió el can, decidió salir del país para garantizar su seguridad y la de su hija. Se formó como técnica en violencia de género para atender a otras víctimas y sus hijos. «Ayudando a otras mujeres te vas perdonando por todo lo que un día aguantaste y te dejaste hacer», pero reconoce que el animal lo cambió todo. «No podría estar hablando ahora si no hubiera estado con Lúa. Gracias a la perra estamos vivas mi hija y yo», reconoce por teléfono, lejos de la tierra en la que quería haber criado a su hija.