Existen muchos mitos sobre la relación que existe entre los perros y nosotros, sus compañeros humanos. Quizá el más perjudicial de todos es aquel que asume que los perros domésticos tratan de dominarnos y colocarse en lo más alto de la posición social de la familia si no sabemos detenerlos. El problema radica en que interpretamos su ansiedad como un deseo de controlarnos.
El experto en el comportamiento de los lobos David Mech cree que debemos ver esta especie como vemos a las familias humanas criando a sus niños. Un macho y una hembra poseen descendencia de primera generación el primer año y luego una segunda el año siguiente. La pareja reproductora es la que "manda" y los hermanos mayores poseen más influencia. Es decir, muy similar a lo que ocurre en nuestras casas de Homo sapiens modernos.
Los lobos se unen en manadas porque aumentan sus posibilidades de supervivencia, pero los perros no. De hecho, las manadas de perros salvajes africanos o asilvestrados no poseen los mismos patrones de conducta que los lobos. Son asociaciones en las que los perros van y vienen a voluntad propia. Las jerarquías son flexibles y no parece haber alfas como sí poseen en sus hermanos lobos. Estos últimos cooperan de manera muy estrecha para cazar, defender el territorio o criar a la descendencia. Son grupos más cohesionados porque afrontan retos que nuestros perros domésticos no. El contexto del lobo requiere de una sociedad más estructurada.
Una definición de dominancia por la que apostamos algunos etólogos es "la habilidad de un sujeto para monopolizar o regular el acceso a diversos recursos". Un ejemplo clásico es el cabreo que algunos perros se agarran cuando te acercas a su plato de comer y gruñen. En efecto, están tratando de controlar un recurso que siente suyo, pero no guarda relación directa con la jerarquía. Es absurdo pensar que intentan dominarte o ser tu líder. Es solo la consecuencia de la ansiedad y desconfianza que les produce el comportamiento que una persona u otro perro muestran hacia él y que no saben descifrar.
No existe una formula para todos los perros, como tampoco la hay para todos los tipos de humanos. Pero es más sabio interpretar las relaciones con los perros como entendemos las que tenemos con otros humanos: en términos de alianzas.
Es normal que cada miembro de un colectivo exija que se respeten algunas reglas. Pero eso no significa que yo le posea ni sea su "amo". En el juego, la socialización y el conocimiento de su lenguaje no verbal está la solución a estos malentendidos entre especies.