Que un perro se maree en el coche es más común de lo que pueda
imaginarse: más difundida entre canes jóvenes que entre adultos, se
trata de una reacción que afecta a una de cada seis mascotas, y que
puede llegar a ser desesperante para el conductor, habida cuenta de que
el animal que lo acompaña se puede pasar el viaje entero vomitando cada
dos por tres.
Ahora bien, ¿no hay solución? ¿Si tenemos un perro
propenso al mareo en el coche, no hay que llevarlo de viaje nunca con
nosotros?
Primero se debe buscar la causa de esos vómitos, que
como decíamos, son una reacción que puede deberse a la velocidad, o bien
a la ansiedad. Si se trata del primer escenario, el animal (en especial
el joven) está comportándose igual que los humanos cuando un exceso de
velocidad genera un encontronazo entre la vista y el oído interno,
provocando un desequilibrio entre ellos. En cambio, la ansiedad suele
deberse a una mala experiencia previa a la hora de subirse a un
vehículo, o bien, simple y llanamente, a falta de experiencia con los
mismos.
En ambos casos tiene mucho que ver cómo se le haya
familiarizado con un coche: si la primera vez que se monta a uno, siendo
cachorro, vomita, es muy probable que desde entonces asocie el viaje
con una mala experiencia, y que por tanto se repita en viajes futuros.
Si no se corrige a tiempo, el perro puede que le tenga pánico a los
coches, empeorando mareos y vómitos. Por su parte, también puede tener
ansiedad si todas las veces que se ha montado en un vehículo haya sido
para ir al veterinario, u otro sitio desagradable para él. Estrés,
ansiedad y miedo están muy vinculados entre sí. Y el mareo y los vómitos
son una consecuencia directa de esa relación.
Pero es posible que, directamente, el perro no se haya familiarizado nunca de pequeño.
Desaprovechar
la etapa en que el animal se desarrolla y descubre lo que le rodea para
subirle a un coche, puede implicar que la primera vez que lo haga sea
mucho más tarde de lo deseado, cuando el animal ya sea adulto y
consciente de lo que le rodea. Imaginad la ansiedad que puede suponer
para él, con su cerebro ya desarrollado.
La forma más fácil de
saber a qué se debe el mareo pasa por ver cómo se sube al coche. Si está
tranquilo, y de golpe vomita sin más, se tratará de una reacción
física, motivada por la velocidad. En ese caso, existen varios
medicamentos específicos para la mascota, por lo que una visita al
veterinario puede ser clave en la solución del problema.
Si se
debe a un trauma, la cosa ya es más peliaguda, puesto que un perro que
asocie un viaje en coche con conceptos negativos puede llegar a generar
una aversión tal como para empezar a marearse incluso antes de llegar a
subirse en él, sufriendo importantes crisis de estrés.
Para
saber si el mareo lo genera la ansiedad, hay que saber detectar las
pistas que nuestra mascota nos va dejando: jadeos, exceso de baba,
inquietud, movimientos compulsivos (lamerse los labios constantemente,
temblores), o arcadas directamente, son síntomas inequívocos de que algo
no va bien. De hecho, no siempre es el mareo el reflejo del estrés de
un can al subirse a un coche; otros comportamientos (ladridos,
sobreexcitación) también denotan una ansiedad a tomar muy en
consideración para no hacerle sufrir.
Sea como sea la
demostración, lo que está claro es que la ansiedad debe rebajarse,
intentando cambiar esa asociación negativa mediante estímulos positivos
que poco a poco le hagan perder el miedo a viajar.
¿Cómo hacer que nuestra mascota se sienta a gusto en el coche?
Antes
de nada, un aviso: hay que armarse de paciencia. Conseguir superar
traumas no es inmediato, sino que requiere de un proceso largo y
paulatino que empieza con intentar que nuestra mascota se vuelva a
familiarizar con el automóvil casi desde cero. Para ello, lo primero es
intentar que se suba al mismo todas las veces que sea necesario con el
motor apagado, Que se vaya familiarizando, que entre y salga, viendo que
no pasa nada si lo hace. Deja las puertas abiertas, juega con él
intentando convencerle... un truco eficaz pasa por coger la correa del
animal y, sin arrastrarlo ni forzar absolutamente nada la situación,
cruzar por la parte trasera del coche sin mirarle y dejando las puertas
abiertas en todo momento. Cuando decida cruzar, al otro lado le
esperarán todos los cariños que sean necesarios para que se sienta con
ganas de repetir; luego, para que tenga efecto el logro, lo ideal sería
rodear el coche corriendo y repetir la operación las veces que fuera
necesario, parando dentro del coche para descansar cada vez más tiempo.
Tras
esta primera toma de contacto, es ideal repetir la operación pero esta
vez con el motor encendido; de este modo, nuestro amigo disociará el
ruido a conceptos negativos.
Y por último, el movimiento: si
hemos llegado hasta aquí, tendremos que andarnos con ojo para no echar
todo el trabajo por la borda. Con el perro ya más tranquilo en el
interior, toca empezar a dar paseos con el coche, que sean muy breves y
carentes de cualquier movimiento brusco. Subir, moverse, y bajar del
aparato sin que ocurra nada negativo. Puede venir bien la ayuda de otra
persona, permitiendo que nos sentemos con nuestra mascota
tranquilizándola en caso de que la observemos algo nerviosa.
Hay
difusores de feromonas que pueden servirnos como último recurso en caso
de que todo lo que acabamos de contar falle... pero ese sería un tema a
tratar con el veterinario. ¡Estamos seguros de que no serán necesarios!