Rubio, alto, corpulento, sonriente, entusiasta, señorial, cabezón y algo payaso cuando le apetecía. Más que un señor perro, un lord perro. Y más que uno de esos que frecuentan los clubs de caballeros, del tipo rural que sale a cazar patos y a montar a caballo sin importarle llenarse de barro.
Troya se queda sin su mejor amigo. Yo sin un perro al que siempre recordaré muy mío.
Recuerdo perfectamente la primera vez que le vi. Un peluche recién llegado de Galicia, orinando en cuclillas, aprendiendo a no comerse el encalado de las paredes. Viví a diario su adolescencia, la guerra nunca ganada para que no tirase de la correa, sus baños inesperados en cualquier charco, playa, río, lago o lodazal que descubriese, sus carreras en pos de los conejos que Troya levantaba y su radar para localizar delicatesens orgánicas de procedencia humana… (ejem).
Ron ha dormido en mi casa, jugado con los niños de mi familia, posado con los novios en una boda con pajarita junto a Troya engalanada, ido con nosotros de vacaciones, aguantado estoicamente que le pasease con un halty y llenado mi coche de tierra y pelos, que poco me importa. Me ha hecho correr tras él estando embarazada para impedir que capturase un pato. Obviamente corría más que yo y lo cogió para soltarlo, nunca tuvo en toda su vida la menor intención de dañar a nadie.
Le recordaré disfrutando en el agua, jugando a pelearse con Troya, localizando el rincón más fresco para tumbarse, masticando palos y piñas, cogiéndome feliz la muñeca con su boca de dientes y terciopelo húmedo para darme la bienvenida. La próxima vez que cruce esa puerta lo voy a echar muchísimo de menos.
Y le recordaré siempre.
Tranquilo Ron, que Mina estará buscándote para jugar contigo. Ten paciencia con Caín y no te pongas chulito con él cuando le veas, déjale que crea que es él el que manda. Y no tengo ninguna prisa porque suceda, pero antes de lo que crees Troya estará allí contigo.
Otros, los que más te quieren, ya te han dado tu último regalo. Aquí tienes el mío.
Y ahora, si me disculpáis, me voy a retirar a llorarle un poco.