"¿Que quieres cancelarlo porque tu perro se ha muerto? Jajajaja".
Unos meses después de que me mudara a Nueva York en 2013 me dieron la noticia de que mi querido yorkie de
la infancia, Sapp, había muerto. Yo esa noche había quedado ―mi primera
cita desde que vivía la ciudad― y sentí que no podía con ello. La
primera frase de este artículo es lo que me llevé como respuesta cuando
sugerí al chico de la cita que quedáramos otro día.
La verdad es que al final sí me presenté porque me sentía mal
cambiándole los planes (ay, joven Lindsay, cuánto tenías por aprender).
Una parte de mí tenía la esperanza de que fuera una buena distracción.
Cuando llegué, lo que me encontré fue más condescendencia hacia mis
emociones.
Estaba claro que la cosa con ese tío no iba a durar. Pero el impacto
que tuvo su actitud despectiva ―que me hizo sentir ridícula por estar
triste por mi mascota― sí duró. Y hasta que no pasaron unos meses no
llegué a procesar (y a llorar) la muerte de Sapp.
Una simple búsqueda en Google del concepto "pet grief" (o
"duelo por la mascota") ofrece millones de resultados (miles en el caso
del español), prueba de que muchas personas lloran la pérdida de un
animal. El tema incluso ha penetrado en la cultura pop: numerosos libros y películas han explorado lo que ocurre cuando se nos muere un perro, desde los clásicos Fiel amigo y Lassie hasta los actuales Una pareja de tres y Tu mejor amigo.
Que quede claro: no hay nada frívolo en sentir ese duelo. Es
una lección que me hubiera gustado aprender antes. Las mascotas pueden
ser tan importantes como miembros de la familia y perderlos puede ser
devastador.
Las investigaciones apuntan a que los seres humanos se sienten conectados a sus animales y que ellos sienten también ese vínculo. Así que es lógico que sintamos la magnitud de su pérdida cuando mueren.
"Tenemos que ser más sensibles a la muerte de una mascota y a la pena
que conlleva", afirma el experto Dan Reidenberg, director ejecutivo de
la organización Suicide Awareness Voices of Education
y presidente de la Asociación Americana de Psicoterapia. "Las mascotas
pueden estar años en nuestras vidas. Cuando esa compañía constante de
repente se va, la pena, además de real, suele ser profunda", explica.
Reidenberg hace hincapié en que para superar esa pérdida el primer
paso es reconocer que estás triste. Estos son otros consejos del
especialista que también pueden ayudar:
No te pongas una fecha límite de duelo
Deja que el proceso ocurra. "Si te obligas a superarlo rápidamente
puede que luego vuelva", argumenta Reidenberg. "Si lo retrasas, puede
que luego surja de muchas maneras, como con irritabilidad, falta de
concentración, mala calidad en el trabajo o problemas con las
relaciones", enumera.
No compares tu pena con la de nadie más
"Si un amigo se recuperó aparentemente en unos días de la pérdida de
su mascota, pero en tu caso han pasado dos semanas y sigues llorando esa
muerte, no pasa nada", recalca Reidenberg. "Todos somos diferentes en
la forma de procesar nuestros sentimientos, así que hay que aceptar
nuestro proceso de duelo".
Decide qué hacer con las cosas de tu mascota
Hay gente que prefiere dejar fuera el bebedero y hay otros que
prefieren empaquetarlo todo inmediatamente. No hay una forma correcta de
actuar. "Lo importante es hacer aquello con lo que te sientas cómodo
cuando estás triste", explica Reidenberg.
Guarda una foto de tu mascota
"Porque tu mascota haya muerto no quiere decir que tengas que
eliminarla completamente de tu vida", sostiene. Así que no está de más
mantener alguna foto de tu perrito en el escritorio o en el móvil.
Busca ayuda si lo necesitas
Hay muchos grupos de apoyo por la muerte de una mascota
que pueden ser de ayuda si ves que no consigues superarlo. Si la
pérdida empieza a interferir en tu vida diaria, Reidenberg recomienda
acudir a un profesional de la salud mental.
Lo importante, señala Reidenberg, es recordar que tus emociones
pueden ser inesperadas pero no por ello dejan de ser válidas. Para mí lo
fueron, lo aseguro.
Cuando pasé por una ruptura dolorosa, por una gripe larga, cuando
sufría ansiedad o simplemente necesitaba compañía, mi perro estaba ahí.
Nunca me paré a imaginar un mundo en el que él no estuviera. Al
principio me costó procesar esa realidad.
La pérdida de una mascota sigue siendo una pérdida. Y tienes derecho a llorar por ella.
Lindsay Holmes
Este artículo fue publicado originalmente en el 'HuffPost' EEUU y ha sido traducido del inglés por Marina Velasco Serrano
Don’t Shame Me For Grieving My Dog’s Death
“U want to cancel bc ur dog back home died? Haha.”
A few months after I moved to New York in 2013, I learned that my beloved childhood yorkie, Sapp, passed away. I was supposed to go on a date that night ― my first one ever since moving to the city ― and I felt like I just couldn’t handle it. That was the text I got in response to suggesting we reschedule.
I went on the date because I felt bad inconveniencing him. (Ah, young Lindsay. Still had so much to learn.) Part of me hoped that it would be a good distraction. When I got there, I was met with more condescension about my emotions.
Unsurprisingly, the dude didn’t last. But the impact of his dismissive attitude ― which made me feel like I was ridiculous for being sad over my pet ― did. And it wasn’t until a few months later that I actually processed (and cried) over Sapp being gone.
A simple Google search for “pet grief” yields millions of results, proof that many people mourn the loss of a pet. The theme even permeates pop culture: Books and movies have long explored what happens when our beloved dogs predecease us, from classics like “Old Yeller” and “Lassie” to newer tales like Marley and Me and A Dog’s Purpose.
But people can still report feeling embarrassed for grieving a furry friend, especially when others make insensitive comments.
Let’s make one thing clear: There’s nothing frivolous about being in mourning. It’s a lesson I wish I’d understood then. Pets can be just as important as human family members and losing them can be devastating.
Research suggests that human beings feel connected to their furry friends and they feel bonded to us, too. So it makes sense that we feel the magnitude of their passing when they’re gone.
“We need to be more sensitive to pet loss and the grief surrounding it,” grief expert Dan Reidenberg, executive director of Suicide Awareness Voices of Education and
chair of the American Psychotherapy Association, told me. “Pets can be
in our lives for years. When that constant companion is all of a sudden
gone, the grief is not only real but it can be profound.”
Reidenberg
stresses the first step to moving forward from the loss is just
acknowledging that you’re grieving. Below are a few other tips he says
might also help:
Don’t set a time limit on how long you mourn.
Just
let the process happen. “If you push it too fast it may come back down
the road,” Reidenberg said. “If you delay it, you may find it coming out
in different ways, such as irritability, lack of concentration, poor
quality of work or trouble in relationships.”
Don’t compare your grief to someone else’s
“If
a friend lost their pet and seemed to get over it in a few days but two
weeks into your loss and you are still crying, that’s okay,” Reidenberg
said. “We are all different in how we process our feelings so be okay
being with your grief process.”
Decide what to do with your pet’s things
Some
people want to leave their pet’s water dish out, others want to box it
up immediately. There’s no one right way to do it. “What is important is
to do what makes you comfortable when you are hurting,” Reidenberg
explained.
Keep a photo of your pet around
“Just
because our pets are gone does not mean you have to totally remove them
from your life,” he said. That could mean putting up photos of your
furry friend on your desk or keeping an image of them as your phone
background.
Seek support if necessary
There are pet loss groups
that can help if you’re having difficulties coping. If the loss begins
to interfere with your everyday life, Reidenberg recommends reaching out
to a mental health professional.
The
bottom line, Reidenberg says, is to remember that your emotions may be
unexpected but they’re still valid. They certainly were for me.
When
I went through a painful breakup, had a bad cold, was dealing with
anxiety or just needed a companion, my dog was there. I never spent time
imagining a world where he wouldn’t be. The reality of that was
difficult to process at first.
A loss of a pet is still a loss. And you’re allowed to grieve over it.
Lindsay Holmes