Las palabras en tono positivo o alegre, acompañadas de una caricia en el momento adecuado, lo van a ayudar a orientarse hacia la conducta que nosotros deseamos de él.
Es importante que tengamos en cuenta su edad y nos planteemos unas expectativas realistas, no podemos olvidar que el aprendizaje lleva su tiempo. Además, la constancia y la coherencia en cuanto a nuestro propio comportamiento hacia el perro son fundamentales.
Para él, un elogio es cualquier forma de atención: una caricia, unas palmaditas, unas palabras en tono de ánimo, etc. Alabar su buena conducta recompensará emocionalmente a nuestro amigo y reforzará su buen comportamiento. Siempre es mejor ilustrarlo con ejemplos y aquí van algunos:
Decirle buen chico o buen perro en un tono agudo y alegre es una recompensa verbal para él. Los perros interpretan los tonos graves como algo autoritario y, por eso, muchos perros tímidos prefieren las voces femeninas.
Acariciarle la cabeza, el vientre o rascarle detrás de las orejas le muestra que aprobamos su comportamiento.
Podemos reforzar la recompensa en forma de elogios realizando una acción agradable para el perro, por ejemplo, tirándole una pelota o dándole su juguete preferido.
Si, además, combinamos estos gestos con una golosina, el efecto de refuerzo será mayor. Eso sí, debemos ofrecérsela inmediatamente, pues de lo contrario no asociará el premio a su buen comportamiento.
Es importante que no realicemos estas acciones hacia él sin darnos cuenta cuando no se ha portado como nosotros deseamos. Si lo hacemos así, lo que estuviese haciendo mal formará parte de su comportamiento habitual.
Por parte del dueño hay varias reglas básicas para educar correctamente un cachorro. Aunque parezca paradójico, se parecen mucho a las pautas que deberían utilizarse en la educación de un niño:
Ante todo, hay que ser coherente siempre. No podemos reprender un determinado comportamiento en una ocasión determinada y no darle importancia en otra similar.
Los premios y elogios deben dosificarse y utilizarlos cuando realmente premian una conducta. No tiene sentido abrumar con abrazos y arrumacos en exceso al perro cuando llegamos a casa después de una ausencia, ya que cada vez lo excitaremos más en nuestros regresos y provocaremos un comportamiento desequilibrado en nuestro amigo.
Debemos ser pacientes y rectos, el perro no debe advertir en nosotros nerviosismo o alteración ya que para él eso es síntoma de inestabilidad.
Para nuestro perro somos el líder de la manada y, como tal, hemos de comportarnos, es decir, hemos de ser su ejemplo a seguir, y nuestro comportamiento debe ser justo y equilibrado.
En definitiva, educar un perro es simplemente cuestión de sentido común.