Riesgo de contraer infecciones por bacterias
Por sí sola, la carne de distintas especies no puede proporcionar una nutrición completa a los perros. La carne es rica en proteínas pero favorece un desequilibrio nutricional en la relación calcio/fósforo en favor del fósforo, lo que puede alterar el metabolismo óseo. Asimismo muy pobre en sodio, cobre, hierro, yodo y varias vitaminas.
Con la administración de carne cruda o vísceras existe, además, un mayor riesgo de contraer infecciones por bacterias como Salmonella y Listeria monocytogenes y, aunque estén controladas desde el punto de vista sanitario, pueden ser focos de transmisión de parásitos intestinales. En lo que hace referencia a la alimentación con hígado en concreto, aunque es una excelente fuente de hierro, proteínas, cobre, vitamina D y varias vitaminas del grupo B, es muy deficiente en calcio y excesivamente rico en vitamina A y, estas dos alteraciones nutricionales causarán problemas óseos. Su administración continuada a lo largo de los años puede derivar en una toxicidad que provocará deformidades en los huesos.
Deficiencias nutricionales
Tampoco la alimentación con pescado crudo está exenta de riesgos. La mayoría de los pescados son deficientes en calcio, hierro y cobre, aunque sean una excelente fuente de proteína. Algunas especies contienen tiaminasas, compuestos que destruyen la vitamina B1 o tiamina, causando deficiencia de la misma, lo que provocará alteraciones en el sistema nervioso. No debemos olvidar tampoco la posibilidad de transmisión de parásitos al comer pescado crudo.
Esto no quiere decir que no podamos dar carne o pescado a nuestros perros, pero la base de su alimentación ha de ser siempre una dieta equilibrada y formulada especialmente para cubrir todas sus necesidades nutricionales. La carne o pescado han de estar bien cocinados y se deben eliminar todos los huesos y espinas, y nunca debe exceder un 5% de las necesidades calóricas que requiere el animal.