Poema de la escritora y activista estadounidense Marge Piercy
Mía, dice el gato, sacando una pata de la oscuridad.
Mi amante, mi amiga, mi esclava, mi juguete, dice
el gato, haciéndote en el pecho el gesto de exprimir
la leche de las tetas olvidadas de la madre.
Vamos a caminar al bosque, dice el gato.
Voy a enseñarte a leer el diario de los aromas,
a desaparecer entre las sombras, a esperar como espera una
trampa, a cazar.
Te dejo este ratón calentito en la alfombra.
Tú me alimentas, yo trato de alimentarte, somos amigos
dice el gato, aunque yo sea más imparcial.
¿Puedes saltar veinte veces lo que mide tu cuerpo?
¿Puedes subir y bajar corriendo de un árbol?
¿Y saltar entre los techos?
Vamos a frotarnos y a hablar de las caricias.
Tengo emociones puras como cristales de sal,
e igual de duras.
Como mis ojos, relucen mis deseos. En la mañana te canto
dando vueltas y vueltas por tu cama y por tu cara.
Ven, voy a enseñarte a bailar con tanta naturalidad
como dormir o caminar o estirarte largo, largo.
Con los bigotes hablo del miedo, y del orgullo
con las garras.
La envidia me agita la cola. El amor me habla entero:
una palabra hecha de pelos.
Te voy a enseñar a estar quieta
como un huevo
y a deslizarte como el fantasma del viento por la hierba.