Y la tarde acaba pero, antes de ir hacia la casa de su amigo Julián, Julio Romero de Torres recibe, dentro de una canasta alargada, una sorpresa: la mancha negra de un cuerpo huesudo y negro muy negro sobre un paño de algodón, al fondo de la cesta, temblando; una mirada brillante. Los ojos de Julio y los del animal, unidos, en comunión perfecta al instante. Las manos libres y ligeras sacando al cachorro de la cesta, negro, sin mácula.
Y las almas, las dos, en ese mismo momento, se unen en el cielo de su destino y Julio se lleva prendido de sus brazos a aquel cachorro de galgo y lo pasea por la Carrera de Jesús y la mole endiablada de la torre de Boabdil, «mira perrito qué alta es, un día subimos y te enseño Córdoba desde allí.»...
…La mirada resumida de todos los desconsolados siglos venidos y venideros en el fondo de las pupilas de Pacheco, seguro, en el regazo de los brazos de Julio, mientras relame su hocico y abre la menuda dentadura de dientes afilados de leche.
Ese galgo negro, traído desde Porcuna, cuando llegó a Madrid, fue bautizado con el nombre de Pacheco, en memoria de aquel bandido valiente y leal, asesinado en Córdoba en 1868 durante el aslto a la ciudadcomo miembro de La Gloriosa, cuyo retrato el pintor en su estudio madrileño. Pacheco fue tan celebre en Madrid como su amo, ya que los dos eran inseparables en sus andares por la capital. Se dice que Pacheco gustaba de dormir la siesta repanchingado en un diván o junto a un brasero de picón mientras el pintor trabajaba en su obra.
En 1924 Julio Romero pintaba en Madrid su cuadro Cante Jondo. Aquí la imagen del galgo negro aparece centrada en un segundo plano detrás de la figura principal.
Al morir el pintor, el galgo pasó toda la noche aullando en el velatorio, y se dice que estuvo tres días sin comer ni querer salir de la estancia.
Pacheco sobrevivió tres años a su amo quedando a cargo por la fiel Mariquilla, que durante muchos años asistió al pintor en Madrid, que viajaran a Córdoba, para acogerse al amparo de la familia de Romero de Torres, en la casa de la Plaza el Potro. Así describe su muerte el poeta Comín:
En 1940, tras una suscripción popular se inaugura en los jardines de Agricultura, Córdoba, el monumento al pintor, obra de su amigo Juan Cristóbal, donde, como no, aparece la figura de su inseparable y negro amigo.