Un repaso a la historia de este perro español, cuyos origenes se remontan a los Antiguos perros faraónicos.
La liebre se asienta en los terrenos de siembra. Las grandes extensiones de terrenos baldíos y barbechos producen un incremento de las piezas de caza, consolidándose la tradición a las carreras de liebres con Galgos, práctica común tanto en los reinos árabes como cristianos. La guerra y la caza se confunden en estos años en que como decía David Salamanca "El lebrel, el caballo y el galguero eran tres grandes guerreros". Nos da constancia del aprecio que el Galgo suscitaba en estos años el gran número de leyes que penalizan su hurto o su muerte: Fuero de Salamanca (siglo IX); Fuero de Cuenca; Fuero de Zorita de los Canes; Fueros de Molina de Aragón (siglo XII); Fuero de Usagre (siglo XII). En el Cartuario de Slonza se encuentra la escritura de una donación de heredad en Villacantol otorgada por el Mayor Gutiérrez en favor de Diego Citid, fechada el 3 de Noviembre de 1081, en la que se dice: "Urso galgo colore nigro ualente caetum solidos dae argento"; hallar este tipo de perro inventariado nos da una idea del alto valor estimativo en que se le tenía.
En el renacimiento sigue viva y pujante la tradición galguera y así Martínez del Espinar escribe en su (Arte de Ballestería y Montería): "Muchas maneras hay de matar estos animales (las liebres), diré las que en España usan: corren las con galgos, que aquí los hay ligerísimos, y así mismo lo son algunas liebres, que se les escapan sin poderlas alcanzar; y no porque corren hoy dejan de volver a sus querencias; antes estas liebres corredoras las continúan, porque tienen conocido el camino de su huida, y por la mayor parte se encaman cerca de alguna senda o camino, orilla de algún soto, monte o ladera, o tierra pedregosa, y así huyen de ellas y de ir cuesta abajo que las alcanzan luego en las laderas y tierra tiesa, parece que vuelan". Es la geografía Castellana quién forja al galgo, tanto en la Meseta Norte: Valladolid, Zamora, Ávila Salamanca, Segovia, Soria, Burgos y Palencia; como en la Meseta Sur: Toledo, Cuenca, Guadalajara, Madrid y Ciudad Real, así vemos el Galgo extenderse por todas aquellas zonas llanas en las que no puede hacerle competencia el Sabueso.
El Galgo Español a padecido el mayor atentado ecológico de todas nuestras razas autóctonas, por cruces indiscriminados con Greyhound. Estos mestizos son el centro de las fiestas sociales de la alta burguesía y la nobleza a comienzos del presente siglo. A las competiciones y copas en Fresno, Venta la Rubia, La Ina, Algete y el Golosos acuden las clases pudientes dispuestas a disfrutar de esta diversión galguera. Así el presidente fundador del Coto La Ina en 1919 es Juan Pedro Domecq. En 1911 la Real Sociedad Canina, se apresuraría a reconocer de carácter oficial a esta entidad, cosa natural si sabemos que la Reina Dña. Victoria Eugenia corrió un Galgo a su nombre en uno de los concursos y que varios miembros de la familia real eran asiduos espectadores. La aparición del Anglo-Español trae como consecuencia que se vaya perdiendo en gran medida la afición a la caza, con muerte de la liebre, y se busque solo el espectáculo de la carrera. La memoria anual de la Real Sociedad Canina da una referencia obligada y constante del desarrollo detalladísimo de la competición haciéndose así cómplice de la creación de ese mestizo sin características morfológicas estereotipadas, cuya velocidad no es capaz de suplir la resistencia, rusticidad y tesón del auténtico Galgo Español.
Las denominaciones de Galgo y Lebrel se van asentando en la actualidad como verdaderos sinónimos de un mismo exponente de perro; sin embargo, no siempre fue así puesto que tenemos documentación que nos demuestra que el lebrel del siglo XIV poseía un tamaño medio, una cabeza bastante gruesa y alargada, la barriga voluminosa y unas ijadas poderosas como se desprende de la lectura del libro de la Caza de Gastón Phoebus. Con el paso del tiempo el Galgo fue variando su morfología, al mismo tiempo que cada vez más a menudo, se le denominaba lebrel o galgo indistintamente.
Sin demasiado temor a equivocarnos podemos asegurar que el Galgo Español es un descendiente del Vertades Romano, que llegó a España junto con los romanos. Esta raza romana, a su vez desciende del Lebrel Egipcio, por lo que no es de extrañar que el Galgo Español se asemeje a esta raza faraónica. La única diferencia destacable es la colocación de las orejas, puesto que, mientras que estos perros egipcios poseían unas orejas erguidas, el Galgo luce unas orejas semiáridas en rosa.Otra hipótesis afirma que los Celtas fueron los que trajeron el Galgo a la península cuando se instalaron en las Galias, y de ahí el nombre de Galgo del latín Canis Gallicus. De lo que no hay ninguna duda es que el Galgo viene de los antiguos perros faraónicos.
Existe todavía otra hipótesis, que no parece muy lógica, según la cual desciende del Sloughi, y llegó a España con los árabes hacia el siglo IX.