Para comprender todo esto, lo mejor es tener en cuenta algunos de los aspectos de los bebés humanos que más llaman la atención de sus padres. Para empezar, solo pesan una fracción del adulto: unos dos kilos y medio al nacer, siete a los cinco meses y diez al año aproximadamente. Su pequeño tamaño, hace que sean fáciles de coger, llevar y acunar. Su cuerpo es más redondeado y menos anguloso que el de las personas adultas y más suave al tacto. Además tienen el rostro más plano, los ojos mas grandes y una voz muy aguda.
Dejando a un lado a los bebés humanos y volviendo a los perritos, resulta claro que muchas razas de perros pequeños como el Pequinés o el Chihuahua cumplen de alguna manera los encantos infantiles de los bebés. En lo que respecta al peso corporal, vamos a hacer una comparación con los las edades de los bebés:
- Perros con el peso de un recién nacido humano: Chihuahua ( 2 kg), Bichón Maltés (2,5 kg), Pomerania (3 kg), Yorkshire Terrier (3,5 kg) grifo (4,5 kg).
- Perros con el peso de un niño de cinco meses: Pequinés (6 kg), Shih Tzu (7 kg), King Charles Spaniel (7,5 kg siete).
- Perros con el peso de un niño humano de un año: dachshund (10,5 kg) y el perro galés (11 kg).
Estos perros, inicialmente, tienen el peso adecuado para que una persona los coja y los lleve en brazos. Muchas de estas razas son más redondeadas y suaves que las de perros grandes, y se convierten en el objeto perfecto para acariciar y mimar. Casi todos ellos tienen la cara más chatas que las de los perros mayores, y algunos han sido sometidos a crías selectivas para producir aplanamientos muy extremos que se aproximan al perfil de un cuerpo humano, por ejemplo el Grifón y el Pequinés, otros como el chihuahua, tienen los ojos grandes y saltones (típico en el recién nacido humano). Además, debido a su tamaño, tienen la voz y el ladrido mucho más agudo que los perros de una gran alzada.
Si juntamos todo esto, es evidente que las razas de perros más pequeños, de los que sólo hemos mencionado unos pocos ejemplos, transmiten algunas de las poderosas señales infantiles a sus amos, despertando cualidades paternales innatas en sus dueños, haciéndolos más amorosos, protectores y emocionalmente apegados a sus animalitos domésticos. Esto no encierra ninguna crítica a tales reacciones. Algunas autoridades se han mostrado contrarias a esa prodigalidad de amor sobre miembros de otra especie. Les parece que el cuidado paterno humano debería dirigirse, exclusivamente hacia los niños humanos y no desperdiciarlo en otras partes. Curiosamente, las personas que mantienen semejantes puntos de vista no son, por lo general, buenos padres. Es probable que su culpabilidad les haga sentir de esa manera. La gente que entrega su afecto a los perritos son casi siempre los que han sido buenos padres con sus niños, y poseen un excedente positivo de amor paternal que desean continuar expresando, o quienes, por una u otra razón, no tiene niños propios. En tales casos, la relación entre el dueño humano y los perritos pueden llegar a ser muy estrecha.
Algunas de las razas más pequeñas, parecen haber empezado como perro de compañía, pero otros se han ganado sus diminutas proporciones por diferentes razones. Los terrier, por ejemplo, como su nombre indica son perros de tierra, criados originalmente como excavadores para cazar alimañas, poseer un cuerpo pequeño resulta esencial para este cometido y se ha dicho que el terrier ideal sería un perro que pudiera entrar con mucha furia en una madriguera. Pero, luego, tras haber sido creado para esta tarea tan práctica y laboriosa, los terrier han sido convertidos en perros de exposición y de compañía, y muy pronto encontraron en su pequeño tamaño una gran ventaja para ocupar puestos más cómodos.