La historia del galgo es tan larga como desconocida. Se cree que el galgo, de la familia de los lebreles,
es uno de los primeros perros domesticados por el hombre y esta raza,
elegante y misteriosa, no ha cambiado demasiado de la que se puede ver
en las paredes de los templos y tumbas de ciertos faraones egipcios. De
hecho el Dios de los Muertos, Anubis, se representaba con una morfología muy similar al galgo, también Upuaut, Dios del Inframundo, que se representaba con un jeroglífico muy parecido al galgo.
El
galgo en Egipto era un perro de reyes y faraones como Antefaa II,
Tutmosis III o el mismo Tutankamon fueron enterrados junto a sus galgos.
Se conservan vasos funerarios, abanicos y multitud de objetos en los
que se ven escenas de los faraones y sus familias en carros y barcazas
con sus galgos junto a ellos, animales, por cierto, a los que sólo tenía
acceso personal de confianza y esos cuidadores, a su vez, gozaban de
una posición privilegiada dentro de la sociedad. El galgo, por su figura
y su presencia ofrecía a la realeza aura de grandeza.
Así lo
vieron también en la alta sociedad de Inglaterra para la que la
velocidad del galgo y su habilidad para cazar eran símbolo de estatus
social.
La historia del Galgo Español arranca con los galos y, según la RAE, su nombre procede de Gallicus canis,
perro de la Galia. A esta raza ya se la menciona en escritos romanos de
los primeros siglos después de Cristo pero fue durante la Edad Media
cuando este lebrel se cubrió de gloria con las cacerías de liebres y
empezó a llenar las salas de los palacios, las pinturas de los maestros y
los versos de los poetas.
La afición galguera es larga en España y
la nobleza siempre quiso la compañía del galgo como forma de
distinción. Tanto fue así que incluso en Castilla y Aragón se llegó a
prohibir su posesión a otras clases sociales (también ocurrió en
Inglaterra). El veto se perpetuó con los Borbones y Carlos III prohibió
la cría del galgo en todo el país excepto en Toledo, Segovia y Madrid,
cunas de nobleza, hasta la llegada de Mendizabal que, entre otras cosas,
abolió la prohibición de la cría y tenencia de galgos. Los lebreles
fueron tan valisosos que el castigo para una persona que mataba uno era
el mismo que si se provocaba la muerte a una persona.
El galgo es una raza enraizada a nuestra cultura, sabemos que “…de casta le viene al galgo”, que “cuando salta la liebre no hay galgo cojo”, que “hidalgo que tiene galgo, ya tiene algo” o que “a la larga el galgo a la liebre mata”,
por mencionar sólo unos cuantos de las decenas de refranes que tienen
al galgo como protagonista. Lo que no sabíamos hasta ahora, y lo dice
Gary Tinterow, comisario de arte moderno en el Museo Metropolitano de
Arte de Nueva York (y padre adoptivo de varios galgos greyhound) es que
el galgo es la única raza de perro que aparece invariablemente en la
historia del arte desde hace al menos 5.000 años… pero ésta ya es otra
historia.