¿Es maravilloso tener perro? Para mí y para muchos sí, pero para tantos otros puede ser una molestia e incluso un verdadero quebradero de cabeza y fuente de infelicidad para todos, humanos y canes. Hablamos de una responsabilidad que puede superar holgadamente la década, que se traducirá en gastos, en cambios de planes y en adaptar tu vida y dedicar tiempo a ese animal.
Diez situaciones, solo diez de las más típicas traigo aquí para ayudar a reflexionar sobre la idoneidad de tener perro. Hay muchas más, por supuesto, pero pueden ser un buen punto de partida para valorar si momentos como las siestas compartidas en el sofá o la felicidad de verle correr convertido en alegría pura compensan los esfuerzos y sacrificios que implica tener un perro.
Empecemos por imaginar el tener que interrumpir una de esas sobremesas agradables como interminables o una divertida noche de reencuentro con esos amigos tan especiales que tan complejo es reunir para regresar a cumplir con nuestras obligaciones: alimentar y bajar a la calle a pasear y que haga sus necesidades. Por supuesto es obligado recoger siempre sus deposiciones, aunque nos acaben de operar de la rodilla o esté con diarrea. También hacer acopio de fuerzas y salir con él a la calle aunque nos duela la barriga, la cabeza o el corazón. ¿Estás dispuesto?
Por supuesto, va a tocar madrugar más de lo que nos correspondería si no tuviéramos perro. Si nadie comparte la responsabilidad de cuidarle eso de despertar en vacaciones o los fines de semana a la hora de comer tampoco se contempla. Como mucho se puede madrugar, pasear y volver a la cama. ¿Conforme?
Tener perro también nos va a ayudar a asumir el valor relativo de los objetos. Puede darle por roer todas las patas de las sillas siendo cachorro o que estropee el suelo de su rincón favorito si le escapa el pis siendo anciano. Las cosas son solo cosas, ninguna vale más que tu perro. ¿Estás de acuerdo?
Existe además la obligación diaria, y no pequeña, de alimentarle a su hora, tener siempre agua fresca a su disposición, jugar con él, educarle y atenderle en lo que necesite. Formarnos además para entender su naturaleza y necesidades y cómo dar respuesta a ellas. Mucho tiempo, que es el bien más valioso y escaso que tenemos. ¿Te parece bien?
Olvida esa casa de alquiler que parecía perfecta porque no admite perros. No podrá ser tu hogar. La oferta inmobiliaria se va a reducir notablemente. En muchos pisos de la playa, establecimientos rurales y hoteles va a pasar lo mismo. A seguir buscando, tal vez a pagar más por algo peor para poder estar juntos.
Sigamos con las vacaciones. Si no puede acompañarte, tendrás que planificar qué hacer con él y su bienestar esos días que no vas a estar a su lado. Por suerte hay buenos cuidadores y residencias caninas. No es nada que no se arregle con dinero. Un dinero que hay que estar dispuesto a gastar.
Tener un perro no es obligatorio y además cuesta dinero. En alimentación, desparasitaciones, vacunas, accesorios... Incluso puede suponer bastante dinero de golpe e imprevisto si surge la necesidad de afrontar un tratamiento veterinario o etológico o acudir a un educador canino por un problema de salud o conducta.
No sucede siempre, pero tampoco es raro que haya que gestionar problemas de incompatibilidades familiares o de amistades por alergias, miedos o poca afinidad con los animales. Tal vez haya tradiciones a modificar o interrumpir, relaciones que se resientan. ¿Todo bien?
Obviamente hay matices: hay pisos y casas con terreno; hay perros más y menos demandantes; hay familias amplias con varios miembros implicados y otras en las que uno asume toda la responsabilidad; hay hogares que tienen el dinero por castigo y otros para los tener un can al que dedicar tiempo es una bendición. Pero en todos los casos, en absolutamente todos ellos, un animal sigue siendo una responsabilidad enorme durante muchos años y se sigue cumpliendo que tener perro no es obligatorio.