HOLA AMIGOS


Bienvenidos a mi blog. Este será un sitio dedicado a la raza que me apasiona, el cocker spaniel ingles, y en general a todos los perros, con raza o sin ella. Aquí iré colgando temas relacionados con ellos, con los cocker y todo aquello que me parezca interesante, sobre veterinaria, etología etc...

Encontrarás que algunos artículos sobre el cocker son un poco técnicos, pero la mayoría son para todos los públicos. ¡No te desanimes !



Agradecimiento:

Me gustaría agradecer a todas las personas que nos han ayudado, explicado y aguantado tantas y tantas cosas, y que han hecho que nuestra afición persista.

En especial a Pablo Termes, que nos abrió su casa de par en par y nos regaló jugosas tardes en su porche contando innumerables “batallitas de perros”. Suyas fueron nuestras dos primeras perras y suya es buena parte de culpa de nuestra afición. A Antonio Plaza y Alicia, también por su hospitalidad, su cercanía, y su inestimable ayuda cada vez que la hemos necesitado. También por dejarnos usar sus sementales, casi nada. Y a todos los criadores y propietarios que en algún momento, o en muchos, han respondido a nuestras dudas con amabilidad.

Y, por supuesto, a Rambo, Cibeles y Maripepa, a Chulapa y Chulapita, y a Trufa, como no, y a todos los perros con pedigrí o sin el, con raza o sin ella por ser tan geniales.

Muchas gracias


Te estaré muy agradecido si después me dejas tus impresiones en forma de comentario.

Espero que te guste y que vuelvas pronto.



PARA LA REALIZACIÓN DE ESTE BLOG NINGÚN ANIMAL FUE MALTRATADO




sábado, 31 de diciembre de 2022

SE LLAMA 21 Y ES UN PERRO, POR RAÚL MÉRIDA


En 1901, el doctor Duncan MacDougall afirmó que el alma de una persona pesa 21 gramos. Lo hizo tras pesar el cuerpo de varias personas y comprobar que, la diferencia entre antes y después de morir, siempre era de 21 gramos.
Curiosamente, también son 21, en esta caso días, los que hacen falta para que una conducta repetitiva se convierta en hábito. En 1890, el investigador William James llegó a esa conclusión.
Seguimos con el 21. Se ha comprobado que el tiempo máximo de atención que posee la mente humana es de 21 minutos. En cualquier conferencia, charla o clase, a partir de esa extensión siempre hay alguien que mira el reloj, bosteza o hace algún comentario a quien está a su lado.


Está claro que el ser humano guarda una estrecha relación con el número 21. Sin embargo, para mí 21 era el nombre del perro de un vecino. Pese a que su dueño siempre se mantenía distante, 21, por el contrario, en cuanto me veía se lanzaba a mi encuentro. Sumiso y cariñoso, sin más límite que la paciencia de aquel con el que se encontraba, se derretía en alegrías con todo el que saludaba.
Así fue día tras días hasta que, de pronto, dejé de verlo. Intenté entonces coincidir con su dueño para ver qué le había pasado y, cuando por fin lo logré, le pregunté por 21.
-Lo regalé- me dijo –No podía tenerlo y una amiga que vive en el campo se lo quedó-
Me dio pena, pero pensé que, quizás, fuera lo mejor. Su dueño siempre estaba riñéndole y malhumorado con él.


El caso es que, desde entonces, pasó algún tiempo hasta que, por fin, hace unos días volví a ver a 21. No fue en la calle ni al salir de excursión por el campo. Fue en la jaula de un albergue de animales. Llegué en el momento justo en el que una familia lo adoptaba. Finalmente, tuvo suerte.
Tras saludarles, pregunté al personal del centro por su historia y me dijeron que lo había dejado allí su dueño porque no poder atenderlo. Sí, mi vecino me había mentido. Pensé, entonces, que puede que las personas necesiten un determinado número de minutos y días para aprender algunas cosas, pero no para sentir. Sentir, en realidad, sólo puede hacerlo aquel que, pese lo que le pese, tenga alma.









Escrito por Raúl Mérida en La Opinion de Murcia