Para empezar, una distinción básica: no es lo mismo educar que adiestrar. “Educar a un perro implica desarrollar sus capacidades emocionales, cognitivas y sociales para que adquiera competencias que le ayuden a convivir con armonía en nuestras ciudades, por tanto, educación y convivencia van de la mano”, puntualiza Óscar Páez Sousa, presidente de la Asociación Nacional de Adiestradores Caninos Profesionales (ANACP). Un ejemplo de esto vendría a ser que el perro aprenda a no saltar sobre las personas en la calle o sepa relacionarse correctamente con otros canes. “Adiestrar consiste en enseñarle a realizar ciertos comportamientos bajo el control de un estímulo discriminativo, como un comando u orden”, detalla Páez Sousa. Aquí entran las clásicas órdenes de “sentado”, “quieto” o “junto”.
Esto lleva a una segunda distinción: habría que diferenciar entre conductas no deseadas y problemas de conducta. “Una conducta no deseada es cuando el perro se comporta de una manera que no es aceptable por el propietario, pero que no implica sufrimiento, estrés y no compromete la salud del animal”, explica Páez Sousa. Seguramente los ejemplos de esto sean bien conocidos por cualquier propietario de perro por haberlos vivido en algún momento: ladridos, robos de comida, peticiones de atención constante o aquellos que orinan y defecan en casa cuando ya no son cachorros. Estas conductas son más fáciles de corregir que los problemas de comportamiento que, como señala Páez Sousa, “sí inciden en el bienestar animal e implican un menoscabo de la salud física y psicológica del perro”. Hablamos de la ansiedad por separación, problemas de miedos y fobias o de agresividad.
¿Cuándo es necesario acudir a un adiestrador?
Así pues, cuando se dan estos problemas de conducta es imperativo acudir a un profesional, aunque lo ideal es adelantarse. “Cuando se nos presentan problemas de conducta, generalmente son situaciones que se podrían haber evitado con las herramientas adecuadas empleadas a tiempo”, señala Sara Casado, técnica en educación canina y modificación de conducta en Aceo Madrid. “Cuando pensamos en un adiestrador tenemos la imagen preconcebida de enseñarle órdenes a nuestro perro y que nos obedezca. En la mayoría de casos en los que no hace caso lo que falta es mejorar el vínculo, conocer las señales que nos da y saber por qué hace lo que hace. Cuando mejoramos estos tres aspectos, la obediencia como tal queda relegada a un segundo plano”, aclara Casado. Y añade: “Cuando hablamos de un perro obediente, en realidad lo que queremos decir es un perro equilibrado con el que podamos entendernos”.
Cuando el perro empieza a desequilibrarse es cuando comienzan los problemas, por eso, a la pregunta de en qué momento se necesita ayuda, Nacho Sierra, adiestrador canino y especialista en comportamiento animal, da una respuesta tajante: “Cuando se empiezan a detectar comportamientos que el dueño no logra entender o controlar”. Esa es la mejor forma de evitar que algo que puede resolverse en unas pocas sesiones desemboque en un problema más grave para el perro y para su familia.
Y, por último, a los adultos se les puede adiestrar igualmente, pero hay que ser mucho más pacientes y constantes. “Los perros adultos, por las experiencias, suelen tener consolidados ciertos aprendizajes y conductas no deseadas que han sido reforzadas inadvertidamente por el propietario y que suelen ser resistentes a la extinción”, aclara Páez Sousa.
Eso sí, independientemente de la edad de la mascota, los expertos consultados coinciden en que es imprescindible que la familia del animal se implique en su adiestramiento. Este probablemente conllevará tiempo y esfuerzo en lo que, en la mayoría de las ocasiones, será un trabajo diario.
¿Cómo elegir el adiestrador adecuado?
Si ya se ha decidido a acudir a un adiestrador, es inevitable preguntarse cómo elegir el más adecuado para el perro. “Lo primero es exigir la certificación profesional, que ya existe desde 2022, ya que de momento aún se puede ejercer la profesión incluso sin haberte formado”, señala Sierra. La ANACP señala, efectivamente, que ya existe una certificación de adiestrador y que, aunque no es un título oficial, sí tiene validez en todo el territorio. Se trata del certificado de profesionalidad “Adiestramiento de base y educación canina”. Sierra explica cuál es la situación actual: “Las convocatorias para que los profesionales que han realizado la formación en escuelas privadas y llevan años ejerciendo la profesión puedan acreditar sus competencias y obtener el certificado no están abiertas en todas las comunidades autónomas. Por tanto, hay excelentes profesionales que aún no están en posesión de este título”.
Mientras esta situación se normaliza, aconsejan fijarse en aspectos como la experiencia profesional demostrable, que utilice métodos de adiestramiento respetuosos con el bienestar animal y huir de aquellos que ofrecen resultados demasiado rápidos o que no ofrezcan recursos y herramientas para que se pueda dar continuidad a la educación. Casado da un último apunte: su capacidad de actualización. “Las investigaciones científicas sobre el proceso de aprendizaje canino y las metodologías de adiestramiento han evolucionado mucho en los últimos 15 años, esto hace que muchas metodologías que se usaban tradicionalmente queden hoy obsoletas”, sentencia.