Introducción
Cuando se ponen enfermos todos lo pasan mal. Aunque la tentación es darles algo para aliviarles el dolor, nunca hay que actuar por iniciativa propia. El veterinario debe ser siempre el responsable de prescribir cualquier tratamiento.
El primer paso para administrarle las medicinas es conservar la calma. Hablarle con calma y serenidad al tiempo que se le acaricia es la manera de transmitirle confianza. Hay que tener cuidado porque un perro de carácter dócil puede volverse irascible y agresivo en un trance de dolor, con mordisco incluido.
Una de las cosas que más necesita un perro y que menos se nos ocurre es que podemos educarle y acostumbrarle a ir al veterinario, a tomar medicinas y a dejarse aplicar tratamientos en casa.
Cuando el perro es cachorro, le enseñamos a sentarse, a hacer sus necesidades en el exterior, a darnos la pata y otras muchas cosas sin pensar que, también podemos acostumbrarle a cosas que de mayor le van a estresar necesariamente, a no ser que las conozca un poco desde muy joven. Por ejemplo, acostumbrar a un perro a abrirle la boca, levantarle la barbilla con la boca cerrada, a tocarle las orejas y hacerle masajes en ellas, a ponerle gotas de suero fisiológico en los ojos, a vendarle una pata, como un juego, premiándole después con una caricia y una golosina para perros, si lo hacemos estando el perro sano y sin dolores le servirá de entrenamiento para cuando esté enfermo y dolorido y, por supuesto, mucho menos receptivo a que lo vayamos a molestar. Son prácticas sencillas que los perros aprenden muy rápidamente y les parecen un juego. Cuando de verdad les hará falta en el futuro, al menos ya estarán un poquito más acostumbrados y lo aceptarán mucho mejor, y también será más fácil para nosotros tratar sus problemas de salud sin estrés.
Las pastillas y los medicamentos sólidos
Los medicamentos no acostumbran a tener buen sabor, así que es normal que los perros tampoco quieran ingerir una pastilla amarga. Una opción es preparar una albóndiga de queso o de carne e introducir en ella el comprimido. Si no quisiera comerlo habrá que introducirlo en la boca directamente. Hay que mantener la boca abierta presionando el lateral del maxilar y con dos dedos introducir el medicamento lo más hondo posible, situándolo en la base de la lengua. Después, se mantiene el hocico cerrado, con la barbilla un poco levantada unos momentos para evitar que la expulse. Una vez que 'parece' haberla ingerido es necesario seguirlo por si no lo hubiera tragado bien y la tirase por un rincón. Las inyecciones se las debe administrar un profesional. Tampoco hay que darle medicinas que se usan en lo humanos ya que las consecuencias pueden ser fatales: las aspirinas y el ibuprofeno están prohibidos ya que pueden ser muy tóxicos para ellos.
Son los más sencillos de administrar. Una jeringuilla a la que previamente se le haya retirado la aguja será suficiente. Hay que sujetarlo con firmeza y, manteniendo la mandíbula abierta, inyectar el líquido. Si cierra con fuerza se puede levantar la comisura del labio y formar un hueco para inyectar aquí el líquido. Levantarle la cabeza para ayudarle a tragarlo. Durante los minutos posteriores hay que estar atento, por si lo vomitase.
Para introducirlo es recomendable usar unos guantes de látex y poner un poco de vaselina en la punta del supositorio para que entre con más suavidad. Levantar la cola e introducirlo con el índice, lo más profundo que se pueda. Mantener unos momentos la cola apretada contra el ano para que no lo expulse.
Los termómetros
La forma de comprobar si tiene fiebre es vía rectal. La temperatura rectal de un perro oscila entre los 37,5 grados centígrados en perros de raza pequeña a los 39 grados centígrados en los de razas grandes -una variación de medio grado no se considera fiebre-. Los termómetros de mercurio ya están desuso porque tardan más y son menos exactos que los digitales. Dentro de este tipo, los modelos adecuados son los de bolígrafo, que se introducen en el recto, ligeramente inclinados. Durante la medición se mantiene la cola baja y se trata que el animal se quede inmóvil. Los termómetros digitales de oído que se usan en bebés no son recomendables ya que son poco fiables en los perros.
Cremas y gotas
Tanto los colirios como las gotas para las orejas tienen una administración delicada. En el caso de gotas y pomadas para los ojos es necesario que la cabeza del perro esté inmovilizada para evitar alguna lesión en el globo ocular. Limpiar primero con agua salina, levantar el párpado superior o bajar el inferior. Desde arriba, y sin tocar la córnea por riesgo de rayarla, aplicar las gotas o la pomada. Cerrar el párpado y frotar con suavidad para extender el producto.
En el caso de pomadas para ojos, si el perro es muy nervioso, también podemos aplicarlas con nuestro dedo, después de habernos lavado las manos a conciencia, para evitar dañar la córnea con el extremo metálico del tubo de pomada.
En las orejas hay que actuar de forma similar aunque suelte resultar más sencillo ya que no le resulta tan invasivo. Inmovilizar la cabeza y limpiar el pabellón auricular. Mantener la oreja abierta tirando suavemente hacia atrás y desde arriba, dejar caer las gotas o la pomada y aplicar un masaje sencillo para que el producto entre bien y le haga el mayor efecto posible. En caso de cremas o pomadas de aplicación tópica en otras zonas hay que evitar que se las lama o se frote para quitárselas. Un collar isabelino puede ser una buena solución, al menos durante el tiempo de absorción del medicamento. También para evitar que se laman la pomada otra estrategia es ponerla justo antes de sacar de paseo al perro, porque en esos momentos estará distraído con otras ocupaciones y no prestará atención a la zona donde le hemos aplicado el producto.