Sin importar qué tan antiguo fue el primer perro, o cómo llegaron a ser domesticados, muy pronto en la historia de la humanidad se convirtieron en sus grandes amigos, y hasta el día de hoy lo continúan siendo. En muchas culturas de la Antigüedad, los perros tuvieron un lugar destacado, y en gran medida fueron considerados de la misma forma en que lo son hoy en día: eran vistos como fieles compañeros, cazadores, guardianes, guías espirituales, y como apreciados miembros de la familia.
En la épica más antigua del Medio Oriente, el Gilgamesh, de Mesopotamia (datado entre 2150 y 1400 a.C.), los perros tenían un papel importante como compañeros de una de las diosas más populares de la región, Innana (Ishtar), quien viaja con siete preciados perros de caza con collar y correa. Aunque la invención del collar se le atribuye a Egipto, muy probablemente fue desarrollado en Sumeria.
Se puede suponer que el desarrollo del collar para perros surgió poco después de que fueran domesticados, lo que sucedió en Mesopotamia antes que en Egipto. Un dije de oro con un perro (claramente un saluki) fue encontrado en la ciudad sumeria de Uruk, que data de 3300 a.C., y un sello cilíndrico de Nínive (que data de ca. 3000 a.C.) también presenta un saluki. El perro en el dije lleva puesto un collar grueso, lo cual evidencia el uso del collar en ese tiempo.
En el famoso mito del Descenso de Innana (una historia considerada anterior al Gilgamesh), en el que la diosa viaja al inframundo, su esposo, Dumuzi, posee perros domesticados como parte de su séquito real. Los perros tenían un papel prominente en la vida cotidiana de los mesopotámicos. El historiador Wolfram Von Soden se percató de esto, escribiendo que:
El perro (de nombre sumérico ur-gi; de nombre semítico kalbu) fue uno de los primeros animales domésticos que sirvieron principalmente para proteger sus rebaños y viviendas de los enemigos. Pese al hecho de que merodeaban libremente por las ciudades, los perros en el Antiguo Oriente generalmente estaban ligados a un solo amo que cuidaba de ellos. Por supuesto, los perros también comían carroña, y en los pueblos brindaban el mismo servicio que las hienas y los chacales. Hasta donde se sabe, sólo había dos principales razas: grandes galgos usados principalmente para la caza; y perros muy fuertes (del tipo de daneses o mastines), que en el Antiguo Oriente resultaban un gran contrincante para los lobos, que generalmente eran de menor tamaño y, por esa razón, eran especialmente ideales como perros pastores. Las fuentes distinguen numerosas sub-razas, pero sólo las podemos identificar parcialmente. El perro era a menudo el compañero de dioses de la medicina. Aunque sí se usaba la expresión “perro mezquino”, la palabra “perro” como término derogatorio era muy poco utilizada.
Los perros protegían los hogares, y la gente a menudo portaba amuletos con imágenes de caninos -como el de Uruk, mencionado anteriormente- como protección personal. Los famosos perros de Nimrud -figurillas de perros hechas de barro halladas en la ciudad de Kalhu- solían ser sepultadas debajo o a un lado del umbral de las casas por su poder protector. Otras cinco estatuillas de perros fueron recuperadas de las ruinas de Nínive, donde las inscripciones relatan cómo estas figurillas fueron investidas con el poder del perro para brindar protección ante los peligros.
Además, los “dioses de la medicina” a los que antes hace referencia Von Soden, eran deidades relacionadas con la salud y la curación. Destaca entre ellas la diosa Gula, quien era frecuentemente representada en presencia de su perro. La saliva de perro era considerada medicinal puesto que notaban que, cuando los perros lamían sus heridas, la saliva fomentaba la cicatrización.