Las conclusiones de los tres estudios: la domesticación del perro ocurrió en Europa hace entre 20.000 y 40.000 años; un componente genético influyó en el proceso de domesticación del lobo salvaje al perro manso; y la mutación del gen FOXI3 produce las razas de perro sin pelo y cambios en sus dientes
Tres estudios genéticos recientes sobre el origen, la evolución y el comportamiento de los perros. Un estudio publicado en Nature Communications sugiere que la domesticación del perro ocurrió en Europa hace entre 20.000 y 40.000 años y que, a finales del Neolítico, la población europea de perros no fue reemplazada por otra domesticada independientemente en el este de Asia, como han propuesto algunos estudios previos. La segunda investigación, publicada en Science Advances, demuestra que la hipersociabilidad, una característica central del síndrome de Williams-Beuren, es también un elemento clave en la domesticación, que diferencia a los perros de los lobos; es decir, los investigadores han encontrado un importante componente genético que forma la personalidad del animal y que influyó en el proceso de domesticación del lobo salvaje al perro manso. El tercer estudio, publicado en Scientific Reports, revela un hecho curioso: que las razas de perro sin pelo difieren de otros perros no sólo porque carecen de pelaje, sino también en el número y en la naturaleza de sus dientes. Estos hallazgos morfológicos están asociados a una variación del gen FOXI3.
El primer estudio, dirigido por Krishna Veeramah, de la Universidad de Stony Brook (Nueva York), ha secuenciado los genomas de un perro de comienzos del Neolítico y otro de finales del mismo período, cuyos restos fueron hallados en Alemania, en el sitio arqueológico de Herxheim y en la Cueva del Cerezo, respectivamente. "Observamos una continuidad genética a través del Neolítico y hasta el presente, con los antiguos perros compartiendo una ascendencia importante con los perros europeos modernos", afirman los autores del estudio. Europa, por tanto, ha sido crucial en la evolución del perro, acogiendo los restos indiscutibles más antiguos, del Paleolítico, y convirtiéndose en el centro de la creación de razas de perro.
El síndrome de Williams-Beuren en los humanos, un transtorno genético poco común, tiene características hipersociables como por ejemplo un sentido gregario excepcional; la personalidad del afectado puede ser muy amigable, desinhibida, entusiasta y gregaria. "Fue la notable similitud entre la presentación conductual del síndrome de Williams-Beuren y la cordialidad de los perros domésticos lo que nos sugirió que podría haber similitudes en la arquitectura genética de ambos fenotipos", dice Bridgett vonHoldt, la coautora del estudio publicado en Science Advances, de la Universidad de Princeton. Emily Shuldiner, la principal autora del estudio, de la misma universidad, fue quien identificó las coincidencias entre la arquitectura genética del síndrome de Williams-Beuren y la docilidad canina. "En resumen, nuestros hallazgos sugieren que la misma región afectada por variantes estructurales en el síndrome de Williams-Beuren en los humanos está asociada con la exuberante sociabilidad de los perros domésticos", concluye el estudio. Es decir, los perros, a diferencia de los lobos, tienen una condición genética que puede traducirse en una motivación exagerada por buscar el contacto social.
El tercer estudio, desarrollado por científicos del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva en Leipzig y de la Universidad Friedrich Schiller en Jena, se ha centrado en el estudio de los cráneos y los dientes de perros de raza sin pelo, procedentes de la colección del Phyletisches Museum de la Universidad de Jena. La falta de pelo en razas de perro como el crestado chino o el xoloitzcuintle mexicano es el resultado de la mutación del gen FOXI3 que, entre otros, está implicado en el desarrollo de los dientes.
Los investigadores han descubierto que los perros sin pelo han perdido casi completamente sus dientes de reemplazo (incisivos, caninos y premolares) y, sin embargo, los molares están presentes. También resulta destacable que los premolares deciduos y los molares permanentes de los perros sin pelo carecen de cúspides linguales específicas. "Puede que este gen también haya tenido una función importante en los cambios evolutivos de la morfología dental humana", dice Kornelius Kupczik, el principal autor del estudio.
Publicado en NatGeo