¿Por qué los gatos son más exigentes que los perros?
Omnívoros y carnívoros
Los perros domésticos son omnívoros. Al igual que los humanos, los perros pueden mantenerse sanos comiendo de todo, desde carne y plantas hasta (algunos) hongos y algas. “Los gatos evolucionaron para ser cazadores más exigentes y especializados, mientras que los perros evolucionaron como carroñeros más oportunistas, lo que les dio a cada uno diferentes estrategias de supervivencia en torno a la comida”, explica Emma Fulton, veterinaria en el Reino Unido. “Los perros son menos exigentes y están más dispuestos a comer cualquier fuente de alimento que tengan a su disposición. Sus instintos de supervivencia los llevan a aprovechar cualquier comida potencial, incluso si está podrida o no resulta atractiva para la sensibilidad humana”. Este afán de supervivencia, señala, a veces puede “anular su buen juicio y llevarlos a comer cosas que pueden causar malestar gastrointestinal o incluso toxicidad”.
Para los gatos, las presas pequeñas recién sacrificadas, como roedores y pájaros, son el manjar más tentador. “Esta dependencia de la carne fresca probablemente los hizo más cautelosos con los alimentos en mal estado”, afirma Fulton.
“Una diferencia clave con los gatos es que los perros han desarrollado sistemas digestivos más robustos para soportar la ingestión de alimentos en mal estado o podridos. Sus estómagos son bastante ácidos, con un pH cercano a 1, lo que ayuda a destruir los microbios patógenos. Sus tractos digestivos cortos también hacen que los alimentos pasen a través de ellos más rápidamente. Por lo tanto, aunque comer alimentos cuestionables sigue siendo arriesgado, los perros están mejor equipados para consumir cosas que podrían enfermar a los gatos y a los humanos”. Todo esto explica en gran medida por qué un cadáver de animal arrastrado a la playa es poco apetitoso para un gato, pero puede ser pura ambrosía para un perro.
A diferencia de los perros omnívoros, todos los gatos, desde el gato doméstico más pequeño hasta el tigre más grande, son carnívoros obligados: necesitan carne para sobrevivir y no pueden digerir adecuadamente las plantas. La carne constituye más del 70 por ciento de la dieta de un gato, lo que significa que los gatos también pertenecen a un pequeño grupo de criaturas llamadas hipercarnívoros. (Otros miembros de este grupo exclusivo incluyen los búhos, las serpientes, las arañas y la mayoría de los tiburones).
La cirujana veterinaria británica Daisy May señala que los gatos, como carnívoros obligados, tienen necesidades dietéticas muy particulares. “Están perfectamente adaptados a buscar comidas ricas en proteínas y a base de carne. Su quisquillosidad a menudo se debe a esta predisposición biológica. Un gato puede rechazar ciertos alimentos simplemente porque no satisfacen sus necesidades nutricionales”, afirma. “Por lo tanto, en cierto modo, su quisquillosidad es un instinto de supervivencia, que garantiza que obtengan los nutrientes que necesitan para prosperar”.
Sensaciones del gusto
También juegan un papel clave en las diferentes preferencias de gatos y perros las sensaciones gustativas de amargura, dulzura y umami. “Los gatos tienen un sentido del gusto mucho más fuerte que los perros gracias a que tienen más receptores del gusto amargo. Los alimentos que tienen un sabor insípido o incluso agradable para los perros y los humanos pueden tener un sabor bastante amargo y poco atractivo para los gatos”, afirma Fulton. Un estudio publicado en 2015 en la revista BMC Neuroscience comparó los receptores amargos de los gatos domésticos con los de los humanos y concluyó que los gatos son mucho más sensibles al amargor. Fulton señala que los alimentos podridos o tóxicos pueden parecer especialmente poco atractivos para los gatos, dado su poderoso sentido del gusto. Sin embargo, los perros “se sienten atraídos por los sabores fuertes como el dulce y el umami, que indican calorías y proteínas. Incluso los alimentos que les saben amargos pueden seguir siendo atractivos si tienen suficiente hambre”.
Y, como afirma el veterinario de Texas Michael Thompson, experto en nutrición animal, “se ha demostrado que los gatos carecen de los receptores del gusto para el dulce que poseen muchos animales, incluidos los perros”. Los científicos examinaron el ADN de varios gatos domésticos sanos, junto con algunos tigres y guepardos, analizando los genes Tas1r2 y Tas1r3 que suelen trabajar juntos para permitir que se detecte el dulce. Los resultados del estudio, publicados en 2005 en la revista PLOS/Genetics, indican que el gen Tas1r3 en los gatos funciona bien, pero el gen Tas1r2 no, lo que hace que los gatos sean incapaces de percibir el dulce. Thompson afirma que “esto puede hacer que los gatos sean naturalmente quisquillosos, ya que su paleta de sabores es limitada”.
A los gatos no les gusta el amargor y no pueden percibir el dulzor, pero no se cansan del umami. El umami, a veces llamado sabor salado, es el sabor intenso y carnoso característico del queso, los champiñones, el vino, el caldo y las carnes cocidas. Los investigadores estudiaron la percepción del gusto umami en los gatos domésticos y sus resultados, publicados en 2023 en la revista Chem Senses, muestran que el umami es, con diferencia, la preferencia gustativa más fuerte de los gatos.
Joshua Errett, fundador de Noochies! Cultivated Pet Food en California, reconoce lo quisquillosos que son los gatos y dice: “Tienen fama de ser animales muy exigentes por algo”. También sabe de primera mano lo poderoso que puede ser su deseo de umami. Errett estaba en casa, intentando crear una golosina para perros a partir de una mezcla de levadura nutricional, cuando sus gatos se interesaron muchísimo por la levadura. “No paraban de entrar en mi habitación”, dice. “La tenía en una caja y ellos intentaban entrar en la caja”. Después de poner un poco de levadura en polvo en un recipiente para ellos, sus gatos la lamieron con entusiasmo.
Rutinas y aventuras
Los perros son vistos como más aventureros, mientras que los gatos son conocidos por no gustarles los cambios. Estas tendencias pueden extenderse a las preferencias alimentarias. Los gatos, dice Fulton, “se sienten muy cómodos con la familiaridad y la rutina. Un cambio abrupto en su dieta puede provocar que se vuelvan quisquillosos a la hora de comer o que se nieguen a comer el nuevo alimento”.
Thompson coincide y dice: “Los gatos son animales de hábitos, lo que significa que pueden rechazar cambios inesperados si están acostumbrados a un alimento en particular. Sin embargo, los perros pueden estar condicionados a comer distintos tipos de alimentos debido a su papel histórico como carroñeros”. Los gatos dependen de la familiaridad y la coherencia para sentirse seguros. “Desarrollan hábitos diarios en torno a la alimentación, el aseo y el tiempo de juego. Cualquier alteración de su rutina puede causar estrés y ansiedad”.
Además, dice Thompson, “los gatos tienen sentidos muy agudos, especialmente el olfato y el oído. Pueden ser muy sensibles a nuevos olores, sonidos y entornos. Los cambios inesperados pueden introducir olores o ruidos desconocidos que pueden ponerlos nerviosos”. Como criaturas naturalmente reacias al riesgo, los gatos pueden ver los cambios como posibles amenazas. “Su instinto es ser cautelosos y evitar situaciones desconocidas para protegerse”.