Desde el nacimiento hasta aproximadamente las ocho semanas de edad, la madre juega un papel crucial en la alimentación, higiene y seguridad de sus crías. A través de la lactancia, los cachorros reciben no solo los nutrientes necesarios para su crecimiento físico, sino también anticuerpos que fortalecen su sistema inmunológico protegiéndolos de infecciones y enfermedades, la madre además les brinda calor y protección, lo que es vital para las primeras etapas de la vida.
La madre también le enseña al cachorro importantes lecciones de disciplina, comportamiento, control de esfínteres y la manera de reconocer y responder a estímulos, señales, correcciones suaves y comandos básicos que le ayudarán a comprender límites y normas de convivencia. Aunque los cachorros no están completamente listos para la obediencia formal durante este tiempo, la interacción constante con la madre y los hermanos ayuda a crear una base para su adiestramiento futuro.
Por otro lado, la interacción con sus hermanos es clave para el aprendizaje social. A través del juego, los cachorros desarrollan la coordinación motora, el control de la mordida y la comunicación canina. Estas interacciones les permiten entender las señales corporales y vocales de sus compañeros, fomentando habilidades que facilitarán su adaptación a distintos entornos y relaciones con otros perros y humanos en el futuro.
Además, este período de sociabilización temprana contribuye a que los cachorros desarrollen confianza y seguridad. Un cachorro que ha permanecido con su madre y hermanos el tiempo adecuado, tiende a ser más equilibrado emocionalmente, lo que reduce el riesgo de problemas como la ansiedad por separación o el miedo excesivo ante nuevos estímulos.
La separación prematura de la madre y los hermanos puede tener consecuencias negativas en el desarrollo emocional y social de un cachorro. Los cachorros que son separados demasiado pronto pueden presentar problemas de ansiedad, agresividad o falta de habilidades sociales debido a la falta de aprendizaje y sociabilización en esta etapa crítica. Además, pueden experimentar un mayor estrés y dificultades para adaptarse.
Por ello, se recomienda que los cachorros permanezcan con su madre y hermanos hasta -al menos- de las ocho a las 10 semanas de vida, permitiendo que adquieran todas las habilidades necesarias para una convivencia armoniosa con otros perros, niños y personas adultas.
En conclusión, la convivencia con la madre y los hermanos en las primeras semanas de vida es un pilar fundamental en el desarrollo de un cachorro. A través de esta interacción, los cachorros adquieren habilidades físicas, emocionales y sociales que los preparan para una vida adulta equilibrada y saludable.
Si estás pensando en adoptar un perro, asegúrate de que haya tenido este proceso de sociabilización y ¡tendrás un perrito más seguro, feliz y equilibrado!