En el corazón del Richmond Park de Londres, una grajilla occidental (Corvus monedula) parecía susurrarle secretos al oído de un ciervo. Lo que en realidad estaba ocurriendo era menos romántico, pero igual de interesante: el ave recolectaba mechones de pelo del ciervo para acolchar su nido entre los árboles. Este comportamiento es habitual entre algunas especies de aves, que aprovechan el pelaje de la muda de otros animales como material de construcción para hacer sus nidos más cálidos y confortables.
Lo sorprendente aquí es la calma del ciervo, que permite la recolección con total serenidad, como si ya supiera que este visitante no viene con malas intenciones. Las grajillas occidentales, parientes de los cuervos y las cornejas, son aves inteligentes, oportunistas y muy adaptables. En este caso, su ingenio les ha permitido encontrar una fuente de materiales blandos sin esfuerzo, estableciendo una simbiosis con los habitantes más tranquilos del parque.