Mucho antes de que los gatos dominaran internet y los perros tuvieran perfiles con más seguidores que algunos famosos, ya existía una irresistible tentación humana: retratar a nuestras mascotas en situaciones divertidas. Esta fotografía, con un perro y un gato sentados frente a un piano como si fueran a dar clase, es una prueba entrañable de ello. No hay filtros, ni retoques digitales, solo la paciencia del fotógrafo y la complicidad (o resignación) de sus modelos peludos. Este tipo de imágenes capturan algo más que un momento gracioso: hablan de nuestra necesidad de humanizar a los animales, de ver en ellos un reflejo de nosotros mismos y de compartir la cotidianeidad con ellos.
La escena, absurda y tierna a partes iguales, demuestra que el humor de animales no nació con Instagram o TikTok: desde los estudios fotográficos victorianos hasta los álbumes familiares del siglo XX, los animales han sido protagonistas involuntarios de disfraces, poses teatrales y escenas domésticas surrealistas. Y aunque hoy en día las redes sociales hayan convertido estas escenas en fenómenos virales, la esencia sigue siendo la misma: compartir la alegría simple que nos produce ver a un gato y un perro comportándose como pianistas improvisados.