En algunas de las razas más antiguas y poderosas del mundo, como el Mastín Napolitano, la papada cumplió una función vital. Estos perros, cuyos ancestros sirvieron como perros de guerra y guardianes, se beneficiaban de la capacidad de la piel suelta para proteger la garganta. Si un enemigo o depredador se apoderaba del cuello, los pliegues permitían que la piel se moviera de forma independiente, protegiendo la yugular y otras estructuras críticas de lesiones fatales.
En razas de olfato como el Bloodhound, el Basset Hound y el Clumber Spaniel, la papada evolucionó para una función diferente. La piel suelta y los pliegues abundantes de estos perros ayudan a canalizar las moléculas de olor hacia la nariz. Al respirar, el perro remueve las partículas de olor atrapadas en los pliegues, lo que mejora su capacidad para seguir un rastro. El estándar de la raza del Clumber Spaniel incluso señala que «la presencia de papada no es un defecto», enfatizando que la laxitud funcional de la garganta es intrínseca al propósito de la raza.
En los perros de trabajo del norte, como el San Bernardo, el Malamute de Alaska y otras razas árticas, la papada se desarrolló como una característica esencial de supervivencia. La piel suelta y grasa servía de aislante, protegiendo la tráquea y la parte superior del pecho del impacto del aire helado. Esta capa adicional ayudaba a calentar el aire inhalado a temperaturas superiores al punto de congelación antes de que llegara a los pulmones, previniendo así daños al delicado tejido pulmonar.
Virginia Devaney y Beth Harris, en The Complete Alaskan Malamute, explicaron que esta papada grasa "calienta el aire que desciende a los pulmones" e "impide que el impacto del aire frío entre directamente en el cuerpo". En reposo, la papada suele cubrir el tórax, protegiendo el corazón y los pulmones, y los perros suelen meter las patas delanteras debajo para mantener el calor, evitando así el riesgo de daño muscular antes de volver a trabajar en condiciones de frío extremo.
Aunque en su día fue crucial para la función y la supervivencia, la papada ahora recibe menos atención en los estándares raciales modernos, especialmente en las razas nórdicas, cuyo trabajo tradicional ha desaparecido en gran medida. Sin una presión selectiva activa en los programas de cría, este rasgo distintivo e históricamente útil podría desaparecer de muchas líneas. Algunos argumentan que, si bien su función puede estar obsoleta en el contexto doméstico, la papada sigue siendo una parte importante de la identidad y la fisiología de la raza, y merece ser preservada como un sello distintivo de la historia y el diseño.
Ya sea como armadura, herramienta de olfato o bufanda natural contra el frío, la papada es más que una peculiaridad estética: es un testimonio vivo de la función de la forma a lo largo de siglos de evolución canina. Su presencia nos recuerda que cada pliegue y rasgo en los perros de raza pura tiene una historia, escrita tanto por su propósito como por su belleza.





