El Amor es Química Pura
La clave de este descubrimiento reside en el núcleo caudado, una región del cerebro canino que actúa como el centro de recompensa. Esta área, que en humanos se ilumina con la anticipación de cosas placenteras como el afecto o las recompensas, mostró una activación reveladora en los perros. Los investigadores, tras adiestrar a los canes para que permanecieran completamente quietos y despiertos en el escáner (un logro en sí mismo que demuestra una increíble resiliencia y cooperación animal), los expusieron a diversos olores.
El resultado fue conmovedor: el olor de su compañero humano provocó la mayor activación en el núcleo caudado. Esta respuesta fue, en muchos casos, significativamente más intensa que la generada por el olor a comida o el de otros perros. Esto desmiente que el perro sea un simple oportunista; el perro no solo te identifica, sino que te asocia con la fuente de mayor felicidad y gratificación química en su vida.
La prueba de este afecto incondicional se amplía a la "química del amor". Se ha demostrado que la interacción positiva entre perros y humanos —especialmente el contacto visual y las caricias— eleva los niveles de Oxitocina en ambas especies. La Oxitocina es la hormona fundamental del apego social, la misma que cimenta el vínculo entre padres e hijos. Al igual que un bebé, el perro está biológicamente cableado para activar su sistema de apego hacia su figura de referencia humana.
Esta conexión hormonal, tan profundamente arraigada, es también la base de su resiliencia psicológica. El amor y el vínculo con el dueño actúan como un escudo contra el estrés, permitiéndoles adaptarse y recuperarse de situaciones difíciles (como la separación, los traumas o los cambios) con mayor facilidad. El sistema de recompensa activado por su humano no solo produce placer, sino que proporciona la seguridad emocional que les permite afrontar el mundo.
En lo más profundo de sus cerebros, cuando tu perro te mira con esos ojos de adoración o se vuelve loco de alegría en la puerta, la ciencia confirma que es la manifestación de un amor genuino, profundo y neurológicamente codificado. Tu perro te quiere más de lo que quiere a una golosina, y ese amor es una fuerza vital que potencia su alegría y su capacidad de adaptación.
Escrito por Roberto Perez Iglesias en Más Ciencia




