El especialista señala que, además de los movimientos de las extremidades, es habitual que durante las crisis epilépticas los pacientes “presenten movimientos de masticación, hipersalivación y pueden perder el control de los esfínteres”. Cuando la frecuencia de los ataques es baja los propietarios podrían no presenciarlos, pero “la aparición de restos de saliva, orina o cambios comportamentales podrían ser indicios que ayudasen a hacer un diagnóstico temprano”.
“La mayoría de los casos de epilepsia idiopática se diagnostican en animales jóvenes, de menos de tres años”, afirma Espino. Cuando la enfermedad aparece por primera vez en pacientes de edad avanzada “suele estar relacionada con lesiones en el cerebro”, como tumores o infartos cerebrales. Algunas razas de perros, además, muestran predisposición para sufrir este trastorno, como “los beagle, golden y labrador retriever”. En los border collie también “es frecuente observar casos con mala respuesta a la medicación”.
La epilepsia idiopática es una enfermedad crónica de causa desconocida y, por lo tanto, “no hay una medicación curativa”. Aunque la mayoría de los pacientes necesitan tratamiento de por vida, “un porcentaje elevado responde bien a la terapia y logran tener una calidad de vida similar” a la de perros sanos. En principio no supone un gran esfuerzo económico para el propietario, porque los fármacos no tienen un precio muy elevado, aunque cuando es necesario “hacer pruebas de diagnóstico por imagen avanzada puede suponer un mayor coste”.
Por lo general, “la mayoría de los veterinarios generalistas pueden diagnosticar y tratar” los casos de epilepsia en perros. En aquellos en los que los pacientes no respondan de forma adecuada a la medicación o “sea necesario realizar pruebas de diagnóstico por imagen avanzada” se debería remitir a un veterinario especialista en neurología.
Cuando un animal sufre una crisis epiléptica es mejor no intentar abrirle la boca. Los perros quedan tumbados en decúbito lateral, “por lo que no hay riesgo de obstrucción de las vías aéreas”. El peligro está en los movimientos de masticación involuntarios, que “pueden provocar lesiones severas” a esa persona. Por otro lado, aunque es un error poco frecuente, Espino recuerda que “el cambio en la pauta de medicación puede tener consecuencias severas”.
“Es importante subrayar a los propietarios la necesidad de intentar grabar vídeos de cualquier evento episódico de epilepsia que haya padecido su mascota”, recalca el neurólogo. Cuando un paciente llega a la clínica, una de las mayores dificultades a las que se enfrenta el veterinario es “poder confirmar que las crisis que describe el propietario son ataques epilépticos”. El vídeo es un elemento que aporta gran información “que puede ser clave en un correcto diagnóstico y manejo del caso”.