Os escribo estas líneas con el último aliento de
enero dentro mis pulmones y con su lluvia resbalando aún por la ventana
de mi habitación. Atrás quedaron aquellas auto-promesas de dejar la
cerveza belga, de sentarme correctamente delante del ordenador y lo de
no volver a comer patatas fritas de bolsa. Como cada año, he de
claudicar ante mí mismo.
Además, es esta derrota mía
de cada día la que me lleva a poner renovadas esperanzas en que las
cosas van a cambiar con el nuevo mes. Torpemente, sigo sin darme cuenta
de que la realidad no entiende de páginas de calendario (aunque el paso
del ecuador del invierno siempre nos escupa una rendija de esperanza y
de libertad).
En fin, que nuestro amado febrero, ahíto de ser un
segundón y de tener menos días que los demás (gracias a la voluntad del
Papa Gregorio XIII) reclama su parte de gloria en nuestras agendas. Y lo
hace arropado por una historia que parte de las februa romanas (el
festival romano de la purificación) y que se actualiza con días como el
de Lucha contra el Cáncer o con el de la festividad comercial del amor.
No, no hablo de la última película de Nacho Vidal; hablo de ese día del
año en el que mis calcetines intentan desesperadamente encontrar su
pareja: San Valentín.
El final de la época de caza
Con todos estos datos en el disco duro, febrero completa su esencia con
el indudable honor de ser también el mes del final de la época de caza.
Algo que seguro celebran en secreto los animales de los bosques que aún
quedan cerca de nuestros hogares. Sin embargo, lo que podría parecer
una gran noticia para el Curriculum Vitae de este mes, se convierte cada
año en una triste ceremonia de abandono, mutilación y muerte de
multitud de perros (muchos de ellos galgos).
¿Los
motivos? Que a multitud de cazadores y galgueros (que perdieron su alma
entre la sangre y la pólvora) ya no les quieren porque son viejos,
porque tienen que mantener a demasiados, porque tendrían que cuidarlos
hasta la siguiente temporada de caza o porque los consideran meros
objetos desechables.
Además, y esto ya no es sólo una
desgracia patrimonial de este mes, el galgo es utilizado para apuestas
en carreras ilegales y cazas colectivas de liebres donde son
maltratados, vejados y, nuevamente, abandonados si no son los más
rápidos. Una situación terminal que ha llevado al Parlamento Europeo a
preguntarle a España por toda esta situación. Aunque para lo que ha
valido…
Los galgos en España
Multitud de protectoras de animales de toda Europa alertan de la
situación. La velocidad de los galgos y su carácter dócil, cariñoso y
resignado hacen de este perro la herramienta ideal para los hombres de
hojalata que recorren en dirección contraria el camino de las baldosas
amarillas.
- Yo no voy a ir a ver al Mago de Oz, ¡a quién le importa no tener corazón!
Las comunidades autónomas más afectadas por los abandonos de los galgos
(y su maltrato, en general) son ambas Castillas, Madrid, Andalucía y
Extremadura. Según los datos del Seprona (que vienen dados por denuncias
y sentencias), en 2014, más de 1.800 galgos se vieron afectados por
diferentes delitos por parte de sus dueños. Sin embargo, las
asociaciones animalistas afirman que las cuentas no les cuadran porque
la gran mayoría de casos no están denunciados ni son conocidos y que
estaríamos hablando de cerca de 50.000.
Dejando a un
lado los datos concretos (algo que es muy difícil de conocer
exactamente), lo que sí parece claro es que la crueldad humana no tiene
límite. Abandonos, ahorcamientos aprovechando el largo cuello de estos
animales, dejadles morir de inanición, encierros en jaulas para que las
hembras tengan nuevas camadas cada seis meses y así conseguir más
posibles campeones (año tras año hasta que no puedan ni andar). Todo lo
necesario para conseguir unos animales a los que abandonarán en cuanto
pasen la edad de su velocidad punta o que engrosaran la lista de
cadáveres de los que no hemos llegado a ser los números uno.
Es probable, que sean mentalidades de otras épocas las que aún se
diviertan cometiendo estas crueldades. Quizá, en el futuro, cuando todo
el mundo juegue con sus consolas y tenga mascotas mecánicas, nadie se
dedique a cazar animales por diversión ni a mutilar ni a matar ni a
abandonar a sus perros porque les estorban. Quizá algún día… si no nos
hemos exterminado antes… si no hemos exterminado todo lo bonito que aún
queda en este planeta.