Así es como yo lo veo. Tal cual lo pongo en el título. Y escribo sobre esto porque a lo largo de estos últimos años me he encontrado con mucha gente que cree que tiene el derecho (y a veces parece que hasta la obligación) de acariciar a Rudy, y él tiene sus reservas al respecto.
Pero cada individuo es un mundo, y en este sentido, Rudy y Luna son muy distintos. Rudy es muy prudente. Se toma su tiempo, observa y valora antes de acercarse y a veces ni siquiera se acerca a la persona. Aunque ésta le llame, Rudy no se acerca si no lo ve claro.
Rudy ha aprendido a tener paciencia pero a menudo la gente sobrepasa esos límites y es entonces cuando escucho una frases tipo: "- oye! me ha gruñido!" o "- ¿me está gruñendo por acariciarle?" y yo me veo en la situación incómoda de tener que explicarle a esa persona que no le está gruñendo por acariciarle, sino que lo hace porque está siendo un maleducado.
He conocido muchos perros que, como Rudy, toman precauciones antes de acercarse o de interactuar con alguien. Las razones por las que lo hacen son muy diversas. Pero lo que está claro es que todas y cada una de ellas son y han de ser respetadas. Sólo así lograremos un buen entendimiento entre ambas partes.
El caso es que cada vez estoy más orgulloso del carácter "gruñón" de Rudy y no por el hecho de que sea desconfiado (porque no lo es), sino por el hecho de exigir respeto y educación. La convivencia con Luna le ha permitido desarrollar estrategias similares y cuando puede, se da media vuelta haciendo un movimiento ninja y se aparta de la situación como hace Luna.
Como digo en el título y no me cansaré de repetirlo, acariciar a un perro no es un derecho del ser humano. Es un privilegio que debemos ganarnos y ya no sólo para con los perros los demás, sino que empezando por los que tenemos en casa y aprender con ellos.