Este
 podría ser un artículo de celebración. Uno de esos textos en los que 
una se puede explayar sobre un ave maravillosa, una rapaz nocturna 
blanca con cara en forma de corazón: la lechuza común, ave del año 2018. 
Podría
 pasarme las próximas seis líneas hablando sobre su prodigioso sentido 
del oído (que incluye hasta antena parabólica). Las siguientes ocho 
líneas podrían estar dedicadas a su sentido de la vista, igualmente 
increíble; a su capacidad para girar el cuello hasta 270 grados; o a su 
silencioso vuelo, obra y gracia de otro prodigio de la naturaleza: sus 
plumas. Podría citar leyendas, mitos, o hablar de su beneficiosa labor 
en el campo (no en vano, los ingleses la llaman búho de granero). Sin 
embargo, y por desgracia, este artículo tiene que hablar sobre el 
alarmante declive de las poblaciones de esta cosmopolita y, hasta ahora,
 habitual especie de nuestro medio rural.
En
 la última década, la lechuza común en España ha perdido un 13% de sus 
efectivos, aunque la caída alcanza hasta el 50% en gran parte del país, 
tal y como ocurría con el sisón común, nombrada Ave del Año de 2017 por 
SEO/BirdLife.
Lechuza, aves y gente
La
 situación de la lechuza resume el precario estado de nuestros campos. 
Sin paisaje, sin paisanaje, sin grillos, sin roedores, con cada vez 
menos aves y sin gente. Sin vida. Algo que debería preocuparnos como 
país, como ciudadanos y, atención, como consumidores.
Salvar
 a la lechuza es salvar el campo de convertirse en una fábrica que 
expulsa a su población rural, con alas y sin ellas. La despoblación 
rural en España es un hecho. Salvar a la lechuza es apostar por un 
modelo de agricultura justo con los agricultores y ganaderos que llevan 
muchos años haciendo muy bien las cosas, sostenible con el medio 
ambiente y saludable para los consumidores.
Más lechuzas y menos rodentizidas
 
No hay duda. El campo necesita más lechuzas y menos rodenticidas.
La
 sigilosa vigilante nocturna de nuestros campos necesita ayuda y ella 
nos ayudará a devolverle vida al campo. Pero la clave de su recuperación
 está en los despachos del Gobierno, en el Salón de Plenos del Congreso y
 en Bruselas, en las sedes de las instituciones de la Unión Europea. Y 
hay faena por delante. Para empezar, las administraciones y fuerzas 
políticas han de reflexionar seriamente sobre qué Política Agraria Común
 necesitamos en el futuro (la famosa y desconocida PAC, que supone un 
40% del presupuesto de la Unión Europea). Los pasos que se han dado 
hasta el momento no son en absoluto satisfactorios. No asegurarán una 
transición hacia una agricultura justa, saludable y sostenible. 2018 
será un año crucial para configurar esa nueva PAC y, por la lechuza y 
por todos nosotros, las administraciones y fuerzas políticas deben rotar
 su postura, al menos los 270 grados que la lechuza es capaz de girar su
 cuello, escuchar a la sociedad civil con la capacidad auditiva de esta 
rapaz y, al menos, agudizar su visión hasta garantizar el progreso rural
 que España necesita.

 
La
 lechuza también necesita una Ley de Cambio Climático ambiciosa, que 
diga adiós a la antigua e insensata burbuja fósil en la que todavía 
estamos. Ella huye de los desiertos. Y España ya va camino de serlo.
Ojalá
 las cosas le salgan bien en 2018 a la lechuza. Ojalá dentro de un año 
pueda escribir ese artículo de celebración de la vida, de la naturaleza,
 de las aves. Ese que nuestra gran dama de la noche merece. Será una 
buena noticia para todos.
En
 2018, luchemos como Atenea para que en nuestras noches su estridente 
canto suene mucho más. Eso significará que nuestra sociedad y quienes 
nos representan ganan un poco en sabiduría, justo el valor mitológico 
que la lechuza representa. El campo pierde vida.
Asunción Ruiz es Directora ejecutiva de SEO/Birdlife.