No siempre es fácil reconocer el juego. Un perro que juega puede gruñir, morder, abalanzarse, perseguir, montar, etc… pero todo esto sin intención real de cazar, aparearse o atacar. Para muchos propietarios no hay mucha diferencia entre un gruñido de verdad y uno de juego y en algunos casos, hasta los perros se equivocan y pueden pasar del juego a una pelea. ¿Sabes distinguirlo?
Para evitar dudas sobre sus intenciones, los perros suelen emitir ciertas señales: codos en el suelo, parte trasera levantada, expresión relajada y atenta, boca abierta, ladrido agudo, cola alta y con movimientos amplios… Los perros muestran este comportamiento para empezar el juego o reducir el riesgo de malos entendidos, por ejemplo cuando juegan con perros desconocidos o antes de realizar una acción que podría tener un sentido ambiguo, como abalanzarse.
Estas señales ayudan a diferenciar entre juego y agresión. Sin embargo, su ausencia no implica que los perros no estén jugando. Así que ¿en qué tienes que fijarte para decidir si hay que interrumpir la interacción? Fíjate en la presencia de heridas, los intentos repetidos de uno de los perros de parar el juego, la escasez de conductas cooperativas para seguir jugando, el control que uno de los perros ejerce sobre todos los movimientos del otro, la presencia de pocas pausas en el juego o el cambio en el tono de las vocalizaciones que pasan de agudas a graves y amenazantes. Cuando esto ocurre, o ante la duda de que los perros no estén jugando, es importante intervenir para separarlos antes de que empiece una verdadera agresión.