Los aficionados al Golf dicen que el suyo es el deporte más justo del mundo pues uno sale al campo a jugar contra éste y contra sí mismo. No importa que se comparta partido con Tiger Woods o con el charcutero de la esquina. El resultado de cada uno se adapta con un sistema de hándicap creado en función del campo, y no del juego de uno o del rival.
Los aficionados a los perros podríamos decir a los golfistas que el nuestro es un deporte aún más claro y justo, pues cada perro debe demostrar únicamente su idoneidad de acuerdo a su estándar racial, sin importar qué o cuántos perros compartan con él el ring. Evidentemente todos sabemos que ésto no es así. En las Exposiciones Caninas morfológicas, o de belleza, concurren los siguientes elementos: los perros, por supuesto, sus presentadores y los jueces.
A los primeros se dedica esta publicación por entero desde hace años. A los segundos dedicaremos un capítulo aparte en un próximo número. Hablemos hoy de los terceros.
Los jueces son un estamento fundamental de la cinofilia organizada. Su labor consiste, básicamente, en determinar qué perros cumplen con mayor exactitud los rasgos marcados por el estándar racial, con el fin de cooperar en la labor de selección, afianzamiento y desarrollo de las diferentes razas.
En un principio los jueces fueron elegidos de entre los cinófilos más destacados, aquellos que con su experiencia podían ayudar a otros en la difícil y no siempre grata labor de cría. Muchos de estos jueces eran los mismos que se habían encargado de redactar los estándares raciales.
Con el tiempo, las exposiciones caninas fueron creciendo en todo el mundo y la internacionalización llegó también a la cinofilia. Ésta se convirtió, además de en una dignísima afición y en una ciencia a veces tomada demasiado a la ligera, en un popular espectáculo y en
un buen negocio. Exposiciones más grandes, más numerosas y celebradas en más países requerían el concurso de un mayor número de jueces. Cada país fue articulando su cinofilia organizada en Sociedades Caninas Centrales y una de las labores de éstas era organizar y nutrir el estamento judicial.
Los modos y sistemas de llegar a juez han ido variando con los años. Lo cierto es que si en otros tiempos era un honor concedido a los que se consideraba merecedores de ello, un poco a la manera de la carrera político-militar en la Antigua Roma, hoy día se ha tendido a estamentar el cuerpo judicial de una forma más concreta y con unos sistemas de acceso más definidos.
Actualmente existen una serie de requisitos cumplidos los cuales uno puede presentarse a los exámenes para juez, en sus diferentes categorías, para después ir ampliando razas en sucesivas convocatorias. Ya no es necesario ser un acreditadísimo criador de la raza que se juzga, al menos en nuestro país, sino que basta con demostrar unos conocimientos teóricos, respaldados por unos requisitos cumplidos.
¿Quiere decir ésto que los jueces actuales son peores que los de antaño?, bueno, no necesariamente. Lo que si es cierto es que se ha perdido un tanto la figura del juez-criador o del juez especialista para tender hacia un número cada vez mayor de jueces generalistas.
Juez especialista vs. Juez generalista
¿Usted que prefiere el caviar o el jamón? Pues hombre, depende. Según los días puede apetecer una cosa u otra y, además, no todos los jamones son pata negra ni todo el caviar es Beluga.
Con los jueces sucede un poco lo mismo. Ser especialista, o venir de la raza que se está juzgando, no es garantía de éxito y, a veces, ni de conocimiento . El Juez Especialista, cuando es de pata negra, dará un juicio más experto que el generalista y podrá incidir en aspectos concretos que escapan a éste. A un generalista no se le puede exigir que conozca al dedillo la situación de una raza al día y su problemática cotidiana, cosa que si debe saber el especialista.
Un buen especialista podrá tener una idea preconcebida acerca del estado de su raza y con este baremo afrontar un juicio, buscar resaltar las virtudes de que adolezca la raza en ese momento, tal vez dándoles más importancia que a las evidentes señaladas en el estándar o conocidas por todos, y podrá incidir en remarcar aquellos problemas que pueden convertirse en endémicos, tratando de concienciar al criador sobre su erradicación.
Evidentemente un buen generalista también puede llegar a estos conocimientos, pero no se le puede exigir porque su interés se reparte entre un mayor número de razas.
Pero no todos los especialistas son pata negra. Los hay también criados en el patio de atrás y con la pezuña pintada, para despistar. Algunos especialistas pueden llegar a pretender juzgar poniendo el baremo de lo que ellos tienen en casa. Si ésto es bueno, pues bien, pero si es malo harán de su mediocridad cátedra y es posible que engañen a algún incauto. También existe el llamado “especialista trasnochado”, que dejó sus conocimientos e inquietudes anclados en el pasado y que desconoce la situación y evolución posterior de su raza. Estos jueces suelen buscar al perro que ellos tuvieron y la constancia de su inexistencia suele derivar en juicios erráticos que en nada benefician a la raza. Por último está el especialista “muy especialista”. Seguro que lo conocen porque es ése que sabe más que nadie. No inventó la raza porque, de haberlo hecho, lo habría hecho mejor. Suele ser el tipo de juez que se “raya” con una chorrada, como la dirección del nacimiento del pelo en la zona lateral interior del corvejón derecho, o cosas así, y se lía a arrear Muy Buenos a quien no lo tiene como a él le gustaría.
El juicio del juez generalista bueno puede ser tan beneficioso como el del buen especialista. Siempre aportará una idea más fresca, quizá más pura de la raza, menos viciada por el día a día, e incidirá sobre los puntos básicos y claves del estándar que no deben ser nunca dejados de lado. Un buen juez generalista es, ante todo, un buen juez, y de su profesionalidad se supone que, no sólo conocerá el estándar de las razas que juzga sino que, además, se preocupará de ver, leer y aprender sobre éstas. Gratifica ver a un juez observando la evolución de los juicios de una de sus razas a pie de ring, o recibir solicitudes de jueces generalistas que quieren hacer de Comisarios de Ring con Jueces especialistas en Monográficas o Exposiciones para aprender o para conocer el punto de vista de un experto.
Lamentablemente no todos son Beluga. También hay mucho sucedáneo de raspas de pescado. Éstos suelen ser los que aplican su criterio, si lo tienen, a pesar de no tener ni idea sobre lo que están juzgando. Algunos tienen, incluso, la cándida desfachatez de admitir sudesconocimiento. Frases como “no conozco mucho el estándar pero éste me parece más típico”, o “es que ésta no es mi raza… ¿mentiende?” han sido escuchadas alguna vez por todos. Del juez político o del que hay que decirle ¡yeeeh, que el perro está aquí abajo!, de ésos, mejor ni hablar.
En realidad lo ideal es combinar los juicios de los buenos jueces. Tener la opinión del especialista y la del generalista y extraer lo bueno que de todos ellos se puede obtener. Porque por encima de todo, y dejando a un lado jueces malos, buenos y peores, hemos de tener claro que la labor del juez es expresar su opinión en un día concreto, pero que no están en posesión de la verdad ni deben condicionar de manera tajante la labor del criador. Evidentemente
también hay criadores buenos y malos, listos y tontos del haba y uno de los aspectos en que demostrar su inteligencia es sabiendo elegir las opiniones que les influyen.
Yo tengo mi estilo.
Una vez superada esta disquisición sobre jueces especialistas o no, otro campo interesante es el de los jueces “con estilo propio”. Yo creo que en ésto no es necesario marcar un estilo, o darse a conocer. El juez que pretenda ser reconocido más por su estilo, sus formas o sus excentricidades, que por sus conocimientos, mal camino está haciendo. Algunos jueces suplen su ignorancia con el estilo, o lo que ellos así pretenden llamar. “Es que es mi estilo de juzgar”, suele ser su respuesta cuando se les pregunta.
Cada raza tiene una idiosincrasia propia y debe juzgarse con arreglo a ella. Si una raza se posa manteniéndola en estático sujeta por la cabeza y el rabo no se puede llegar y decir “¡que nadie toque a los perros!” Tampoco puede afrontarse un juicio con la táctica de la eliminación. Los nazis preguntaban y si eras judío daba igual que fueras más listo, más preparado o más guapo… te ibas al hoyo. Hace un año vimos a un juez croata… afrontar una clase abierta con 14 Labradores. Lo primero que hizo fue pedir a los dueños que le enseñaran la boca… de los perros. A todo el que le faltara un premolar, a la calle. Sin más. No importaba que se quedaran en ring perros con otros defectos (ni siquiera, con perdón, les tocó los huevos) porque el tenía su tarjeta roja de eliminación. No entraba en el trabajo difícil de valorar virtudes y defectos y dar más peso a aquellas que a éstos. Como nos dijo al preguntarle más tarde “yo tengo mi estilo”.
Otro punto en el que se aplica, y mucho, el estilo es en el movimiento y a él se acogen muchos jueces porque es fácil y hasta muy admitido, justificar los juicios emitidos en base a un argumento, en mi opinión, tan pobre y cicatero como otros que lo que hacen es menoscabar la idea de generalidad del perro de acuerdo con el estándar.
Todo estándar racial marca, entre otras cosas, cómo ha de ser el movimiento de cada raza. Es un punto más que merece el análisis y la valoración del juez. Pero ni más ni menos que otros…“yo es que juzgo por movimiento…” Además, el movimiento de un perro debe recibir su examen y valoración más determinada en el juicio individual. Los hombres no somos moscas y no tenemos la capacidad de poder enfocar más de un objeto al mismo tiempo. Aunque pudiéramos disociar el enfoque ocular, nuestro cerebro no está preparado para procesar de forma consciente tanta información a un tiempo, de forma que, además, podamos emitir un juicio sobre ella.
Cuando se mueve a todos los perros de una clase, o de un grupo, se hace más por el espectáculo, pensando en el público, que por el juicio mismo. Es imposible valorar las diferencias de movimiento entre un perro y otro si éstos corren al unísono. Es posible que cuando fijemos nuestra atención sobre uno, ése pierda el paso y quizá no veamos el error cometido por el otro. Si no somos capaces de calibrar las diferencias o las calidades de movimiento de varios perros, pues lo correcto sería volver a moverlos de forma individual para asegurar nuestro juicio.
Es absurdo tener a un grupo de perros y a sus handlers dando vueltas y más vueltas a un ring. Ni siquiera me vale el argumento de la forma física. Ésta se puede valorar perfectamente en el examen individual. El tono muscular, el estado de pelo y mucosas, el brillo de los ojos, todo esto denota salud y forma física. Dar vueltas y vueltas no es significativo cuando en una misma clase puede haber perros de 15 meses y de 8 años.
¿Quién tiene mejor forma física, Carl Lewis o Martín Fiz? Uno es más rápido y otro más resistente, perolos dos la tienen buena. “Yo es que soy de Galgos”, pues ni así, porque entonces no debería hacer dar a los perros vueltas y vueltas, sino sacarlos a la calle y hacer una carrera. “Yo es que soy de Pastor Alemán…”, sin comentarios. Basar en este argumento un juicio y hacer dar vueltas sin cesar hasta que uno desfallezca para así justificar una decisión, sólo denota desconocimiento de la raza y falta de criterio, aunque sobre estilo.
Un gran juez especialista me decía un día, cuando vas a juzgar piensa que los perros son como coches; tienen elementos básicos e imprescindibles y después tienen extras. Si dos coches tienen iguales elementos de seguridad y mecánicos, entonces lo que te hace tomar la decisión son los extras. Con los perros es igual. El decía que sabía perfectamente como era el movimiento de un perro sin necesidad de hacerle correr, porque éste venía determinado por la estructura. No obstante los movía, pero sólo lo hacía en grupo al entrar al ring, para que los handlers se relajaran, y cuando ya tenía la decisión tomada, en aras al espectáculo. Este juez valoraba el movimiento individual pues en grupo no sólo no podía observar más de un perro a la vez, sino que influían otros factores como la dominancia de un perro que le hace moverse diferente junto a otros, la interferencia del perro que corre más despacio o del que va más rápido y se te echa encima, etc…
Afortunadamente igual que no existe el perro perfecto, en ninguna raza, tampoco existe el juez perfecto. Es una labor la del juez sometida a la crítica y aplaudida menos de lo que sería menester, pero es una labor necesaria y, sobre todo, es una labor bonita para el que entiende la cinofilia como un largo camino en el que se van cubriendo diferentes etapas. Los buenos aficionados serán en el fondo buenos jueces y los malos serán siempre la salsa que aliñe nuestras conversaciones y discusiones, que nos mantengan vivos. Para algo tenían que valer.
José Miguel Doval