Pero una cosa es el amor, que no tiene fronteras (ni especie), y otra cosa es la biología. Lo normal es que los humanos sobrevivamos a los perros y gatos. Si la mascota es un miembro más de la familia, ¿puede el dolor de su inevitable pérdida ser el mismo que cuando perdemos a un ser querido? Mateu-Mollá responde con un rotundo sí. "Lo puedo confirmar a partir de mi experiencia en el ámbito clínico: las personas podemos vernos inmersas en un proceso de duelo cuando perdemos a un ser querido que no solo es una mascota, sino también un amigo", aunque matiza que los límites entre el duelo normal y el patológico son difusos. "Las dimensiones cuantitativas (el tiempo necesario para la resolución) y cualitativas (la experiencia íntima del proceso) del duelo están bruñidas de una indisociable individualidad, por lo que no resultaría conveniente fijar de antemano ante qué tipo de pérdidas debería este tener lugar".
El estudio de Owens y Grauerholz abre una nueva conversación sobre los modelos familiares contemporáneos. Y aunque "no se pueden obtener demasiadas conclusiones a nivel explicativo, dada su naturaleza cualitativa", apunta Polín, "el trabajo es muy valioso por la visibilidad que proporciona a las relaciones familiares interespecie, así como por el hecho de que incide en la necesidad de explorarlas académicamente. Dada la relevancia social que están adquiriendo, considero que es necesario generar conocimiento de calidad con respecto a estos fenómenos".